Emi y el Brillo Interior
Era un día soleado y Emi, una adolescente llena de sueños y magia en su corazón, se preparaba para su primer día en una nueva escuela. Su madre le había regalado un hermoso vestido de flores, y ella decidió usarlo con orgullo. Con un brillo especial en sus ojos, Emi llegó a la puerta del colegio, lista para comenzar una nueva aventura.
Al entrar, sintió que muchos ojos la observaban. Un grupo de chicas, conocidas por ser un poco creídas, se acercaron a ella con sonrisas burlonas.
"¿Por qué venís vestida así, Emi? Parecés una princecita de cuentos de hadas", dijo una de ellas, riendo.
Emi sintió que su corazón se encogía, pero en lugar de enojarse, respiró hondo. Había aprendido de su madre que cada uno tiene su propio brillo interior y que es importante ser uno mismo.
Con una sonrisa firme, respondió:
"Porque me gusta. Cada prenda de ropa tiene una historia, y yo elijo contar la mía. ¿No les gusta?"
Las chicas se miraron entre sí, sorprendidas por la respuesta de Emi. No esperaban que alguien como ella fuera tan segura de sí misma.
A medida que pasaban los días, Emi decidió hacer algo especial. Organizó un taller en el aula, donde cada uno podía traer una prenda que le gustara y contar su historia. Al principio, algunas chicas se mostraron renuentes.
"¿Para qué? A nadie le importa lo que vestimos", murmuró una de las chicas.
Pero Emi, con su entusiasmo contagioso, insistió:
"A todos nos importa contar quiénes somos. La ropa es solo una expresión. A veces, lo que llevamos puesto puede mostrarnos que somos únicos".
Finalmente, las chicas aceptaron participar, y el día del taller, cada uno compartió su prenda con el grupo. Una chica trajo una camiseta de su banda favorita y explicó cómo la música la había inspirado a ser valiente; otro chico mostró un sombrero que había llevado en su primer viaje, lleno de recuerdos. Las historias comenzaron a fluir entre risas y anécdotas.
Después del taller, las chicas que una vez habían sido crueles se acercaron a Emi.
"Lo siento por lo que dijimos al principio. Nunca pensé que tu vestido tuviera tanto significado".
Emi sonrió, satisfecha de haber transformado la situación:
"Gracias. Lo importante no es si vestimos igual, sino cómo elegimos brillar y ser nosotros mismos".
Así, Emi no solo ganó nuevas amigas, sino que también enseñó a todos en la clase que cada uno tiene su propia historia, una que vale la pena contar, y que ser auténtico es lo más valioso.
Desde aquel día, el aula de Emi se llenó de colores, risas y la magia de la aceptación. Y aunque siguió usando su hermoso vestido de flores, ya no se sentía como una princecita, sino como la heroína de su propia historia, enfrentando cada nuevo día con valentía y una sonrisa.
FIN.