Emilia y su mamá cuidan el agua
Era una mañana soleada en la ciudad de Buenos Aires. Emilia, una niña curiosa y llena de energía, estaba terminando su desayuno cuando su mamá entró a la cocina con una sonrisa.
"¡Buen día, Emilia! Hoy vamos a aprender algo muy importante sobre el agua. ¿Te parece?" - dijo su mamá emocionada.
"¡Sí, mamá! ¿Qué vamos a hacer?" - respondió Emilia mientras se acomodaba en su silla.
La mamá de Emilia le explicó que el agua es un recurso muy valioso que hay que cuidar.
"En muchas partes del mundo, la gente no tiene suficiente agua para beber o para cultivar", - continuó su mamá. "Y nosotros, aquí en casa, podemos hacer nuestra parte para no desperdiciarla."
Intrigada, Emilia preguntó: "¿Y cómo podemos hacer eso?"
"Vamos a transformar nuestra casa en un ejemplo de ahorro de agua. Te propongo un desafío. ¿Qué te parece si hoy tratamos de gastar un 50% menos de agua que ayer?" - dijo su mamá con entusiasmo.
Emilia saltó de su silla, llena de energía. "¡SÍ! ¡Voy a contar cada gota!"
Así, juntas comenzaron su día. En el baño, Emilia vio como su mamá cerraba el grifo mientras se cepillaba los dientes.
"Mirá, Emilia, así no se desperdicia. ¿Puede ser difícil acordarse de hacerlo siempre?" - preguntó la mamá.
"Sí, pero yo me voy a esforzar. ¡No quiero que el agua se acabe!" - dijo Emilia, decidida.
Cuando llegó el momento de hacer la limpieza, Emilia encontró una forma ingeniosa de ahorrar agua.
"¡Mamá, en vez de usar la manguera para limpiar el patio, podemos usar baldes!" - sugirió emocionada.
"¡Qué gran idea!" - exclamó su mamá. "¡Así evitamos que se desperdicie demasiada agua!"
Mientras limpiaban, Emilia se dio cuenta de que iban a conseguir estar más de dos horas sin gastar ni una sola gota.
"Mira, mamá. ¡Estamos haciendo un gran trabajo!" - le dijo, satisfecha.
Sin embargo, en su camino hacia la cocina, Emilia vio que algunos vecinos regaban sus jardines con la manguera.
"Mamá, ¿por qué ellos no cuidan el agua como nosotros?" - preguntó preocupada.
"A veces la gente no es consciente del problema. Pero nosotros podemos hablar con ellos y compartir lo que aprendimos."
Emilia asintió, y juntas decidieron tocar la puerta de la casa del vecino, el señor Gómez, un hombre mayor que solía regar su jardín todos los días.
"¡Hola, señor Gómez!" - saludó Emilia con timidez.
"¡Hola, Emilia! ¿Qué te trae por aquí?" - contestó el señor, regando con entusiasmo.
La mamá de Emilia dio un paso adelante y, con una sonrisa, se presentó. "Estamos realizando un desafío en casa sobre el ahorro de agua. Nos preguntábamos si podríamos compartir algunas ideas."
El señor Gómez frunció el ceño.
"¿Ahorra agua? Pero... mi jardín necesita mucha agua para estar bonito…"
Emilia, con su voz suave pero firme, lo interrumpió. "¡Señor Gómez, podemos usar una regadera, así gastamos solo lo necesario y el jardín sigue bonito!"
El señor Gómez se quedó pensativo. "Interesante... ¿realmente se puede regar así?" - preguntó.
"¡Sí! Además, podrías recolectar agua de lluvia. Así también ahorrás mientras le das de beber a las plantas... ¡y al agua que queremos cuidar!" - insistió Emilia.
El hombre, con una sonrisa, asintió. "Ustedes me han dado buenas ideas. Ahora entiendo que puedo cuidar el agua y aún así tener mi jardín hermoso. ¡Gracias, chicas!"
Felices, Emilia y su mamá regresaron a casa.
"¡Lo hicimos, mamá! Ayudamos a alguien a cuidar el agua. ¡Estamos haciendo una gran diferencia!" - dijo Emilia, mientras en su corazón comenzaban a brotar nuevas ideas.
Esa tarde Emilia se sentó a dibujar. Al final, decidió hacer un cartel que decía: "CUIDEMOS EL AGUA, EN CADA GOTA HAY VIDA".
"Mamá, me gustaría poner este cartel en la plaza para que otras personas puedan ver y conocer cómo cuidar el agua también."
La mamá sonrió con orgullo y dijo: "Esa es una idea hermosa, Emilia. Así más personas se sumarán a cuidar el agua."
Al día siguiente, Emilia y su mamá llevaron su cartel a la plaza. Allí se encontraron con su grupo de amigos, quienes se unieron a la causa.
"¡Hola, chicos! Hoy vamos a hacer un taller sobre el cuidado del agua. Quieren ayudarme a hacer carteles y repartir folletos bien coloridos sobre cómo ahorrar agua, ¿no?" - dijo Emilia, entusiasmada.
Todos asintieron con gran energía y con mucha alegría comenzaron a crear muchos carteles. Poco a poco, los familiares y vecinos se acercaron para ver qué estaban haciendo.
"¡Qué linda iniciativa!" - dijo una vecina. "Cuidemos nuestras fuentes de agua."
Poco a poco más y más personas se unieron al esfuerzo de Emilia y su mamá. Era un día lleno de risas y de aprendizaje, donde todos se sintieron parte de un mismo deseo: cuidar el agua.
Y así, Emilia y su mamá, con su compromiso y determinación, lograron crear conciencia sobre la importancia de este recurso vital. Desde ese día, cada vez que abrían el grifo, recordaban cuánto valía cada gota de agua.
A partir de aquella experiencia, las costumbres de cuidado del agua se arraigaron en su hogar y también en la comunidad, gracias a la dedicación de una pequeña niña y su mamá.
"¡Vamos, todos juntos cuidemos el agua!" - gritaban con alegría, y así, con cada gota ahorrada, daban paso a un futuro más brillante y sostenible.
FIN.