Emilio y el Bosque Mágico
Era una tarde soleada de primavera cuando Emilio decidió aventurarse en el bosque que estaba cerca de su casa. Siempre había escuchado historias sobre el bosque mágico que, según decían, estaba lleno de criaturas sorprendentes y árboles que podían hablar.
"¡Hoy es el día perfecto para explorar!" - se dijo mientras se puso su gorra y tomó su mochila.
Emilio caminó y caminó, disfrutando de los cantos de los pájaros y el aroma fresco del aire. Se adentró más y más en el bosque, siguiendo un sendero que parecía invitarlo a profundizar en sus secretos. Pero, antes de que se diera cuenta, se perdió entre los árboles altos.
"Oh, no... ¿Dónde estoy?" - exclamó asustado. Se detuvo a pensar y trató de recordar el camino por el que había venido, pero todo parecía igual.
De repente, una pequeña ardilla apareció y lo miró curiosamente. Era un pequeño animalito de pelaje suave y brillante.
"¿Estás perdido, humano?" - preguntó la ardilla.
"Sí, creo que he ido demasiado lejos. Quiero volver a casa, pero no sé cómo" - respondió Emilio, sintiéndose un poco más tranquilo al ver al animalito.
"No te preocupes, puedo ayudarte. Pero primero, ¿qué tal si jugamos un ratito?" - sugirió la ardilla.
Emilio pensó que un poco de diversión no le haría mal, así que accedió. Jugaron al escondite, saltando entre los árboles y riendo juntos. Emilio se olvidó por un momento de su miedo y disfrutó de la compañía de su nuevo amigo. Pero pronto recordó su situación.
"Gracias, amiga ardilla, pero realmente necesito volver a casa.¿Tienes alguna idea de cómo hacerlo?" - dijo Emilio.
La ardilla lo miró con una sonrisa.
"Claro, pero primero debes aprender a escuchar al bosque. A veces, la naturaleza nos da señales para encontrar el camino. Vamos, sigue mis pasos" - dijo mientras comenzaba a saltar de árbol en árbol.
Emilio la siguió, tratando de observar todo a su alrededor. Mientras caminaba, la ardilla le enseñó a escuchar los sonidos del bosque: el susurro del viento, el canto de las aves, el murmullo de un arroyo cercano.
"Si pones atención, el bosque te contará historias. ¿Ves cómo brillan esos musgos? Eso significa que estás cerca de agua. Sigamos por allí" - le explicó.
Emilio no podía creer lo interesante que era escuchar a la naturaleza. Con cada paso, se sentía más conectado con el lugar, y su miedo se disipaba poco a poco. Al llegar al arroyo, Emilio se agachó y bebió un poco de agua fresca.
"¡Qué rico!" - exclamó "¡Me siento renovado!"
"Ahora que estás más tranquilo, podemos seguir. A veces, cuando estamos perdidos, todo lo que necesitamos es hacer una pausa y observar. ¡Vamos!" - dijo la ardilla, animándole a seguir adelante.
Después de un rato caminando y escuchando al bosque, Emilio y la ardilla llegaron a un claro. Desde allí, Emilio reconoció figuras familiares entre los árboles.
"¡Mirá! Es mi casa!" - gritó entusiasmado "¡Lo logré!"
La ardilla sonrió contenta.
"¿Ves cómo el bosque te guió? Siempre hay un camino, solo tenemos que aprender a buscarlo. Te espero cuando quieras volver a jugar" - dijo mientras empezaba a alejarse.
Emilio la miró y le dio un abrazo.
"¡Gracias por ayudarme! Prometo volver, y esta vez, no me perderé. ¡Aprendí a escuchar al bosque!" - dijo feliz.
Ya en casa, Emilio se sintió orgulloso de su aventura y de todo lo que había aprendido. Desde entonces, cada vez que paseaba por el bosque, recordaba que no importaba cuán perdido se sintiera, solo tenía que escuchar con atención.
Y así, Emilio nunca más se perdió en el bosque, porque había descubierto que la naturaleza siempre tiene una forma de guiarnos de vuelta a casa.
FIN.