Emilio y su Aventura en el Nuevo Cole



Emilio era un niñito de siete años que estaba a punto de empezar una nueva aventura en su vida: cambiar de colegio. Estaba emocionado, pero también un poco asustado. La mañana del primer día, se vistió con su camiseta favorita y se miró al espejo.

- “¡Vamos, Emilio! Hoy es un gran día”, se dijo a sí mismo, tratando de convencerse.

Cuando llegó al nuevo colegio, se dio cuenta de que todo era diferente. Los pasillos eran más grandes, las paredes estaban pintadas de colores brillantes y el patio tenía una estructura de juego que nunca había visto antes. Se sentó en su clase y observó a los demás niños mientras se saludaban y reían.

- “¿Y si a nadie le gusto? ”, pensó Emilio, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido.

La maestra, la Señorita Ana, entró al aula sonriendo.

- “¡Hola, chicos! Hoy tenemos un nuevo compañero, Emilio. ¡Hagámoslo sentir bienvenido! ”

Los niños dieron un aplauso y sonrisas amables lo rodearon. Emilio se sintió un poquito mejor, pero aún así, seguía nervioso. En el recreo, Emilia, una niña del grupo, se le acercó.

- “¿Querés jugar al fútbol con nosotros? ”

- “No sé jugar muy bien…” respondió Emilio, mirando sus zapatos.

- “No importa, ¡lo importante es divertirnos! ” le dijo Emilia con una gran sonrisa.

Así que salió al patio de recreo y se unió a ellos. Al principio, no hizo nada, pero pronto se dio cuenta de que todos estaban disfrutando el juego. Cada vez que el balón se acercaba, un grupo de amigos lo animaba.

- “¡Vamos, Emilio! Dale, ¡patea! ” gritaron con entusiasmo.

Con un poco de miedo, Emilio intentó patear el balón, pero lo hizo con tanta fuerza que se fue directo hacia el árbol y se quedó atrapado en una de sus ramas.

- “¡Oh no! ¿Qué hago ahora? ” lamentó Emilio.

Los niños se miraron preocupados, pero Emilia sonrió y dijo:

- “No te preocupes, yo puedo ayudarte. Solo hay que trepar un poco.”

Y así, ella se subió al árbol y pudo quitar el balón. Todos aplaudieron y Emilio se sintió parte de algo. Ese momento rompió el hielo y pronto, otros niños empezaron a hablar con él.

- “¿Te gusta dibujar? ” le preguntó Mateo, un niño de gafas.

- “¡Sí! Me encanta dibujar monstruos y dragones”, respondió Emilio, iluminándose de inmediato.

Ese día, se hicieron amigos y decidieron hacer un club de dibujo. Todos los días, después del colegio, se quedaban un rato en el parque cercano, y Emilio podía compartir sus dibujos.

Una tarde, mientras dibujaban, decidieron hacer una exposición de su arte para los padres. La idea emocionó a todos.

- “¡Sí! ¡Vamos a hacerlo! ” gritaron al unísono.

Pasaron semanas preparando la exposición. Pintaron carteles, invitaron a sus familias y decoraron el parque con su arte. El día de la exposición fue una fiesta, todos estaban felices y orgullosos de mostrar su trabajo.

- “¡Mirá mi dragón! ¡Es el más feroz del mundo! ” decía Emilio a su mamá, con la frente llena de orgullo.

Al final del día, todos los niños recibieron una medalla como reconocimiento por su esfuerzo y creatividad. Emilio nunca se había sentido tan feliz.

- “¡Gracias por hacerme sentir parte de esto, chicos! ” dijo con una gran sonrisa.

Con el paso de los días, Emilio se dio cuenta de que había aprendido a no tener miedo a lo nuevo, a buscar ayuda en sus amigos y a disfrutar de su tiempo en el colegio.

- “En este nuevo colegio, no solo encontré amigos, sino también nuevas aventuras”, pensó Emilio, lleno de alegría.

Y así terminó su primer año en el nuevo colegio, lleno de risas, aprendizajes y sobre todo, un montón de amigos dispuestos a hacer cada día algo especial.

Emilio comprendió que a veces, dar el primer paso puede ser difícil, pero cuando se trata de hacer amigos y vivir nuevas experiencias, todo vale la pena.

FIN.

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