Emma la gallina va al cielo por primera vez



Una soleada mañana en la granja, Emma, una curiosa gallina de plumas brillantes, estaba mirando por la cerca. Al otro lado, un hermoso valle se extendía, lleno de flores de colores y árboles frutales. Emma siempre se preguntaba qué habría más allá de su hogar.

"Hola, Emma!" - dijo Pedro, el gallo, mientras se acercaba a ella. "¿Qué mirás?"

"Quiero saber qué hay en el cielo", respondió Emma con entusiasmo. "Siempre miro las nubes y me pregunto cómo será volar entre ellas."

Pedro sonrió. "¡Es muy divertido! Pero, no tenés alas para volar como los pájaros. Sin embargo, hay muchas cosas por descubrir aquí mismo, en la granja."

Pero eso no detuvo a Emma. Ese día decidió que si los pájaros podían volar al cielo, ella también podría encontrar una manera de ir. Se reunió con sus amigos: Tina la oveja, que siempre tenía ideas creativas, y Lucas el pato, que le encantaba nadar.

"Si construimos una máquina voladora, podré ir al cielo!", exclamó Emma.

"¿Una máquina voladora? Eso suena increíble! Vamos a hacerlo!" - dijo Tina con entusiasmo.

Los tres amigos se pusieron a trabajar. Reunieron todo lo que encontraron en la granja: cajas, ramas, plumas y un viejo carrito de juguete. Luego de horas de trabajo, al fin lograron hacer un aparato que lucía muy divertido.

"¡Es hermosa!", gritó Lucas. "¿Estás lista, Emma?"

"¡Sí! ¡Voy a tocar el cielo!" - dijo Emma nerviosa pero emocionada.

Subió al aparato y mientras sus amigos la animaban, les dijo: "¡Cuenten hasta diez!"

Los amigos comenzaron a contar. "Uno, dos, tres..."

La máquina empezó a moverse más y más rápido, el viento soplaba en las plumas de Emma. Cuando llegó a diez, con un gran empuje, la máquina dio un salto. Emma sintió que estaba flotando... pero de repente, aterrizó de nuevo en la hierba.

"¡No funcionó!", se lamentó Emma, decepcionada.

"No te preocupes, vamos a intentar otra vez!" - dijo Tina, mirando con alegría.

Después de varios intentos, todos caían al suelo riendo, pero Emma seguía pensando. Entonces, recordó haber visto a los pájaros hacer algo distinto. "¡Ya sé! Debemos hacer algo que se parezca más a ellos. Tal vez unas alas!"

"¿Alas?" - preguntó Lucas, sorprendido. "¿Cómo las conseguimos?"

"Podemos usar las plumas que encontremos en el camino!" - dijo Emma determinadamente.

Con una nueva idea, comenzaron a buscar plumas en la granja. Encontraron muchas plumas de diferentes colores. Con un poco de hilo y muchas risas, combinaron las plumas para hacer alas grandes y ligeras.

"¡Ahora sí!", gritaron todos juntos.

"Voy a probarlas!" - dijo Emma, emocionada.

Se puso las alas y, usando el viejo carrito de juguete, se deslizó por una colina cerca de la granja. Con el viento soplando entre sus plumas, Emma sintió que volaba.

"¡Miren! ¡Estoy volando!" - exclamó mientras se deslizaba hacia abajo.

"¡Bravo, Emma!" - gritaron Tina y Lucas, saltando de felicidad.

Aunque no estaba en el cielo como quería, sentía la alegría de volar, aunque solo fuera un poco.

"Quizás no necesite ir al cielo para sentir la libertad", pensó Emma.

Cada día, Emma y sus amigos se turnaron para usar las alas. Descubrieron un nuevo lugar en la granja, una hermosa parte del río donde jugaban, reían y nadaban.

Pasaron el tiempo buscando nuevas aventuras y disfrutando de lo que su hogar les ofrecía. Emma se dio cuenta de que a veces los sueños pueden cumplirse de maneras diferentes.

"Lo más importante es disfrutar el viaje con los amigos", concluyó Emma.

"¡Sí, y nunca dejar de soñar!" - agregó Tina.

Y así, Emma la gallina encontró su propio cielo, lleno de risas, diversión y un gran amor por la amistad. Y nunca volvió a sentir que debía ir al cielo, porque ya había encontrado su mágico lugar en la tierra con sus amigos.

FIN.

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