Emma, La Niña Más Linda



En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía una niña llamada Emma, conocida por todos como "la más linda del lugar". No solo por su bella sonrisa y su cabello dorado, sino también por su amabilidad y generosidad. A Emma le encantaba ayudar a sus amigos y siempre estaba dispuesta a jugar en el parque con todos.

Un día, mientras jugaba en el parque, Emma vio a su amiga Lucía, que estaba sentada sola en un rincón, con lágrimas en los ojos.

"¿Qué te pasa, Lucía?" - preguntó Emma, acercándose rápidamente.

"No puedo volar mi cometa porque el hilo se rompió. Todos los niños se están divirtiendo y yo... yo solo quiero jugar" - contestó Lucía, mientras trataba de secar sus lágrimas.

Emma se sintió triste por su amiga y decidió que debía ayudarla.

"No te preocupes, Lucía. ¡Vamos a solucionarlo!" - dijo Emma con una gran sonrisa.

Juntas fueron a buscar un nuevo hilo. Pasaron horas en el taller de su papá, el carpintero, donde encontraron un hilo brillante y colorido. Se las ingeniaron para armar la cometa, riendo y disfrutando del tiempo juntas.

"Mirá qué bonita quedó" - exclamó Lucía emocionada, cuando finalmente lograron volar la cometa.

"¡Sí! ¡Ahora podemos volar juntas!" - respondió Emma, sintiéndose feliz por ayudar a su amiga.

Al día siguiente, la noticia del acto generoso de Emma se esparció por todo el pueblo. La gente comenzó a llamarla "la niña más linda" no solo por su apariencia, sino por su gran corazón.

Sin embargo, en ese mismo pueblo vivía un niño llamado Pedro, que era nuevo en Sonrisas y no tenía amigos. Al enterarse de la fama de Emma, decidió que él también quería ser famoso.

Pedro se acercó a Emma un día mientras ella jugaba con otros niños.

"¡Hola! Mi nombre es Pedro, ¿quieres que seamos amigos?" - dijo con una sonrisa algo forzada.

"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, más divertido" - respondió Emma, feliz de hacer un nuevo amigo.

"Tengo una idea para ser aún más populares. ¡Vamos a hacer una competencia de quién puede ser el más lindo!" - sugirió Pedro.

Emma, aunque sorprendida, se sintió intrigada y aceptó. Pronto, muchos niños se unieron a la competencia, mostrando sus mejores disfraces y trucos. Emma decidió ser ella misma, mientras que Pedro hacía todo lo posible por ir más allá, incluso usando pinturas brillantes.

Pero en medio de la competencia, Emma se dio cuenta de que algunos niños se sentían mal porque no podían competir con las ocurrencias llamativas de Pedro. Así que decidió intervenir.

"Chicos, creo que la verdadera belleza está en lo que somos por dentro. No necesitamos de disfraces para ser amigos" - dijo con firmeza.

Los demás niños comenzaron a murmurar, y uno a uno, fueron dejando de lado la competencia.

"Tienes razón, Emma. ¡Lo más importante es divertirnos juntos!" - comentó Lucía.

"Sí, y podemos hacer un gran juego en lugar de competir" - añadió otro niño.

Pedro, al ver que su plan había fracasado, se sintió triste y un poco avergonzado. Emma, notando su expresión, se acercó a él.

"No está mal querer ser popular, Pedro. Pero la verdadera amistad se construye en base a ser sincero y amable. ¿Te gustaría ser parte del juego con nosotros?" - proponía esperanzadora.

Pedro sonrió, aún un poco tímido.

"¿De verdad? Me encantaría" - respondió sinceramente.

De ese día en adelante, Emma, Pedro y todos los niños del pueblo se volvieron grandes amigos. Aprendieron que lo más valioso de la amistad no dependía de lo que llevaban puesto o de cuán llamativos eran, sino de las sonrisas y momentos compartidos.

Emma continuó siendo la niña más linda del pueblo, pero no solo por su belleza exterior, sino por su gran corazón y la manera en que unió a todos en un solo juego de amistad. Y, así, en el pequeño pueblo de Sonrisas, no solo Emma brilló, sino todos los niños, haciendo del lugar el mejor sitio para vivir y jugar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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