Emma y el mágico viaje de los unicornios
En una colorida casa del barrio del Cisne, vivía una niña llamada Emma, llena de alegría y curiosidad. Su habitación estaba decorada con posters de unicornios de todos los tamaños y colores. Aunque a veces se sentía un poco diferente de los demás, no había nada que le diera más felicidad que soñar con esos seres mágicos que galopaban en prados de nube.
"¡Mamá! ¡Desperté de un sueño increíble!" - exclamó Emma una mañana, mientras su mamá preparaba el desayuno con olores deliciosos.
"¿De qué era tu sueño, Emma?" - preguntó su madre curiosa.
"¡Había unicornios voladores que comían chicles de arcoíris!" - dijo Emma, sus ojos brillando de emoción.
"¡Qué divertido! Tal vez deberías dibujarlos para contárselo a tus amigos. " - respondió su mamá, sonriendo.
A Emma le encantaba dibujar, y mientras tomaba su desayuno de perro caliente con un poco de ketchup, decidió que quería hacer un mural en su habitación. Pero no un mural cualquiera, sino uno que transportara a todos al mundo de los unicornios.
Después de la escuela, Emma se sentó en su escritorio con su caja de colores y un gran papel. Sin embargo, mientras dibujaba, algo la detenía. No podía encontrar la manera de representar la magia que sentía.
Frustrada, se reclinó en su silla y pensó en lo que su madre le había dicho. De repente, se le ocurrió una idea brillante:
"¡Voy a hacer un mural colaborativo! Invitaré a mis amigos a compartir su propia magia. " - murmuró para sí misma.
Con una gran sonrisa, Emma armó una invitación.
"¡Hola, chicos! Estoy organizando un día de arte unicórrico en mi casa! Vengan a comer dulces y a crear juntos. " - les escribió a través de un mensaje de voz en sus respectivos celulares.
El domingo llegó, y sus amigos, entusiasmados, acudieron a la cita. Había caramelos de todos los colores y perros calientes con tantos ingredientes que parecía una fiesta. Emma presentó su idea:
"Vamos a dibujar lo que cada uno imagina de un unicornio. Luego, lo pegaremos en la pared y haremos un mural gigante. "
Sus amigos comenzaron a dibujar y cada uno trajo su propia visión mágica: unicornios que volaban en cielo rosa, unicornios que nadaban en océanos de arcoíris, unicornios que jugaban en campos de flores. Emma se sintió increíblemente feliz al ver que todos estaban disfrutando y participando. Sin embargo, había algo que le preocupaba:
"¿Y si a nadie le gusta nuestro mural?" - le dijo Emma a su amiga Sofía mientras estaban pintando.
"Pero Emma, lo importante no es si les gusta a los demás. Lo que cuenta es que nos divertimos haciendo esto juntos. " - respondió Sofía.
"Tenés razón!" - dijo Emma, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría nuevamente.
Cuando terminaron, el mural era un espectáculo visual de color y creatividad. Se sentaron a mirar su obra maestra, comiendo dulces y riendo juntos. Emma se sintió orgullosa de lo que habían creado en equipo.
En ese momento, su papá entró y exclamó:
"¡Guau, esto es increíble! Deberían hacer una exposición. "
"¿Cómo una exposición?" - preguntó Diego, curioso.
"Podrían invitar a más personas del barrio y compartir su arte con todos. ¡Estoy seguro de que les encantaría!" - sugirió el papá.
La idea entusiasmó a Emma y a sus amigos. Pronto, se organizaron y prepararon todo para la exposición. Invitaron a vecinos, familiares y amigos para disfrutar de la creatividad que habían creado. El día de la exposición fue mágico; cada uno explicó su dibujo y compartieron risas.
La gente aplaudía y disfrutaba de la dulzura de los perros calientes y la magia de los colores. Al final del día, Emma sintió que no sólo había creado un mural, sino también un vínculo especial con sus amigos.
"¡Esto fue mejor de lo que soñé!" - dijo Emma con una sonrisa.
"Por eso siempre hay que compartir nuestra magia. Juntos somos más fuertes y creativos. " - agregó Sofía.
Esa noche, cuando Emma se fue a dormir, sintió que su sueño de unicornios no solo había llegado más allá de su imaginación, sino que se había vuelto realidad gracias a sus amigos y algo tan simple como compartir arte y buenos momentos. Y así, en su corazón de niña, la magia de los unicornios se volvió eterna.
Emma comprendió que cada uno de nosotros tiene un mundo mágico dentro, solo necesitamos los colores adecuados y las personas que nos inspiren a descubrirlo.
FIN.