Emma y el misterio de su gato
Emma era una niña feliz que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores. Su mejor amigo era un gato llamado Tito. Tito era un gato grande y animal, con un carácter juguetón que siempre hacía reír a Emma. Juntos pasaban horas explorando el jardín, jugando a las escondidas entre las plantas, y soñando con aventuras en tierras lejanas.
Un día, Emma despertó sintiéndose diferente. Cuando miró al espejo, se dio cuenta de que había crecido. La habitación que antes le parecía enorme ahora parecía más pequeña, y sus juguetes ya no le interesaban tanto como antes. Sin embargo, tenía una preocupación aún mayor. Miró a su lado y vio a Tito, pero algo no estaba bien.
"¡Tito!" - gritó Emma asustada. "¿Por qué sos tan chiquito? Te han cambiado por otro gato, ¿no es así?"
Tito, el gato, maulló suavemente y se acercó a Emma, intentando calmarla.
"No, Emma. Soy yo, Tito. Solo que ahora parezco más pequeño porque te has hecho más grande. ¡Aún soy tu amigo!"
Emma no estaba convencida. Se levantó de la cama y comenzó a buscar a su mamá. "¡Mamá! ¡Tito se ha vuelto un gato enano! ¡Deben haberlo cambiado!"
Su madre sonrió y la abrazó. "Querida, los amigos pueden cambiar de apariencia, pero nunca de corazón. Tito sigue siendo el mismo, solo que has crecido un poco más que él. Él seguirá siendo tu compañero."
Emma decidió que debía probarlo. Salió al jardín con Tito y propuso un juego.
"Vamos a hacer una carrera, Tito. Si realmente sos mi amigo, ganemos juntos!"
El gato la miró con curiosidad y luego comenzó a correr tras ella, ofreciendo un espectáculo cómico de saltos y giros. Emma se reía y se daba cuenta de que, aunque Tito era más pequeño, seguía siendo igual de ágil y divertido.
Después de jugar, se sentaron bajo un árbol y Emma le habló a Tito. "¿Sabés? Creo que al crecer, a veces uno se olvida de lo que realmente importa. Tu tamaño no define nuestra amistad."
Tito maulló felizmente, y Emma entendía que su conexión estaba en los momentos de alegría y aventuras compartidas.
Al día siguiente, Emma decidió llevar a Tito a la escuela. Era su primer día de clases después de las vacaciones, y ella quería mostrar a todos su amigo especial.
Cuando llegó, sus compañeritos estaban fascinados con Tito. Uno de ellos, Lucas, preguntó. "¿Por qué es tan pequeño?"
Emma sonrió y dijo. "Él es mi mejor amigo, y aunque parezca diferente, su corazón sigue siendo gigante. ¡Vengan, juguemos juntos en el recreo!"
Fue un día maravilloso. Los niños aprendieron a jugar con Tito, y todos descubrieron que en la amistad no importan tanto las apariencias.
Con el paso de los días, Emma y Tito continuaron compartiendo momentos juntos. Ella incluso se dio cuenta de que crecer no significaba dejar atrás a sus amigos. Al contrario, crecer le daba la oportunidad de descubrir nuevos juegos y aventuras que podía compartir con Tito.
"¡Mira, Tito!" - dijo Emma un día. "Vamos a construir una fuerte en el jardín y a ser exploradores por un día!"
Tito maullaba entusiasmado, y ambas almas aventureras se lanzaron a la construcción de la fuerte.
Emma aprendió que, con el tiempo, las cosas pueden cambiar, pero los lazos que construimos son inquebrantables. Y que siempre, siempre, debemos apreciar a nuestros amigos por lo que son: su cariño y compañía, más allá de su aspecto.
Así, Emma y Tito siguieron siendo los mejores amigos del mundo, felices de crecer juntos un día a la vez.
FIN.