Emma y el Poder de la Amistad
Emma era una niña dulce y amable que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes prados y flores de colores. Una de sus actividades favoritas era sentarse bajo su árbol preferido, una gran y frondosa ceiba, y escuchar las historias sobre la creación del mundo que le contaba su abuela. Emma creía en la belleza del cielo azul, las nubes esponjosas y la majestuosidad de las montañas que rodeaban su hogar. Todo eso, pensaba, era el resultado de un gran amor.
Un día soleado, mientras Emma jugaba en el parque, un niño llamado Lucas, que era un poco travieso, se acercó a ella. Lucas no creía en las historias que Emma amaba y tenía una forma particular de demostrarlo.
"¿Cómo podés creer en esas cosas? Todo eso no es más que un cuento." - dijo Lucas burlándose.
Emma, aunque un poco sorprendida, no perdió la calma.
"Yo creo en lo que veo y siento. El cielo es tan hermoso y la tierra está llena de vida. Todo esto tiene que venir de algún lugar." - le respondió con una sonrisa.
El tono burlón de Lucas aumentó, pero Emma decidió no dejar que eso la afectara. En lugar de enojarse, se le ocurrió una idea.
"¿Te gustaría venir a mi casa y ver cómo mi abuela me cuenta historias sobre la creación? Quizás puedas entender mejor lo que quiero decir." - le propuso.
Lucas se quedó pensando. No estaba seguro si quería ir, pero sentía curiosidad. Al final, aceptó el reto.
Cuando llegaron a la casa de Emma, su abuela los recibió con una sonrisa cálida.
"Hola, Emma. ¿Quién es tu amigo?" - preguntó.
"Es Lucas. Vino a escuchar algunas historias sobre el cielo y la tierra," - dijo Emma.
La abuela sonrió y asintió.
"Pasen, pasen. La historia de la creación es maravillosa, y siempre hay algo nuevo que aprender." - les dijo, llevándolos a su sala de estar.
Mientras la abuela contaba la historia, Emma observaba a Lucas atento, pero todavía un poco escéptico. Ella notó cómo sus ojos se iluminaban cuando hablaban de los animales, los ríos y los paisajes.
"Y así, la Tierra fue creada llena de belleza y vida," - terminó la abuela. "Todo esto es parte de un gran misterio, y quizás solo podemos empezar a comprenderlo.”
Lucas miró a Emma.
"Quizás nunca había pensado en todo como un todo, sino como cosas individuales. Pero eso fue hermoso," - dijo, dejando de lado un poco su arrogancia.
Emma sonrió, feliz de que su amigo pudiera ver el mundo de una manera diferente.
"Es importante recordar que todos podemos ver las cosas de manera diferente, pero eso no significa que tengamos que pelearnos por eso. Podemos aprender y crecer juntos," - le explicó.
Desde ese día, Lucas comenzó a acompañar a Emma en sus aventuras bajo la ceiba y aprendió a apreciar la belleza de los cielos y la tierra. Con el tiempo, se hicieron grandes amigos.
Lucas dejó de burlarse de las creencias de Emma y comenzó a compartir sus propias ideas, siempre con respeto y curiosidad. Juntos, exploraban el bosque, la montaña y el río, aprendiendo sobre las maravillas que los rodeaban.
Emma siguió siendo dulce y amable, y Lucas se volvió más comprensivo y abierto. Aprendieron que aunque podían tener diferentes opiniones y creencias, había algo aún más importante: la amistad y el respeto mutuo.
Así, Emma y Lucas descubrieron que el verdadero poder venía de la bondad y la conexión entre amigos, y que el mundo era un lugar aún más hermoso cuando se compartía con quienes importan.
FIN.