Emma y la Aventura Nocturna



Era una noche estrellada y la pequeña Emma se encontraba en su habitación. Había cumplido cuatro años y, aunque solía dormir con sus papás, había decidido que ahora era momento de ser valiente y dormir sola. Para ella, la cama era un lugar mágico, lleno de sueños que la llevaban a aventuras increíbles.

Esa noche, mientras la luna iluminaba su cuarto, Emma se dio cuenta de que había olvidado su muñeca favorita, Lila. La pequeña se sentó en la cama y miró a su alrededor.

"¡Ay, Lila! No puedo dormir sin vos. ¡Volveré enseguida!" exclamó Emma, levantándose.

Se levantó de la cama y se adentró en el pasillo. Las paredes estaban llenas de sombras que se movían con la luz de la luna. Emma, en lugar de tener miedo, sonrió y dijo:

"Aventuras, aquí voy. ¡Soy valiente!"

Mientras caminaba hacia la sala, escuchó un pequeño ruido proveniente de la cocina. Su curiosidad la llevó a investigar. Al llegar a la puerta, vio a su perrito Rocky jugando con un paquete de galletas. Se asomó y dijo:

"Hola, Rocky. ¿Te gustaría acompañarme a buscar a Lila?"

Rocky, moviendo la cola con entusiasmo, ladró dos veces en afirmación. Juntos, se adentraron en la oscuridad del hogar. Emma se sintió como una exploradora con su fiel compañero a su lado.

Cuando llegaron a la sala, vieron algo que brillaba en el suelo. Era una pequeña linterna que pertenecía a su papá.

"¡Mirá, Rocky! Esto nos ayudará a iluminar nuestro camino. ¡Vamos!" dijo Emma emocionada, encendiendo la linterna.

Con la luz en manos, decidieron buscar en el rincón donde a veces jugaban. Emma preguntó:

"¿Estará Lila en el baúl de los juguetes?"

Ambos se acercaron al baúl y, al abrirlo, encontraron no solo a Lila, sino también un montón de peluches que parecían mirarlos con ojos curiosos.

"¡No te preocupes, amiguitos! Venimos en paz... y con una misión. ¡Regresamos a la cama!" rió Emma, tratando de imitar un rey que habla a su corte.

Justo cuando estaban por salir, escucharon un rugido. Al principio, Emma se asustó un poco, pero luego recordó que a veces los ruidos de la casa, como el crujir de la madera, podían significar que estaba viva. Se acercó a la ventana y vio que era el viento moviendo las ramas de los árboles.

"¡Es solo el viento, Rocky! ¡No hay nada de qué temer!" dijo Emma, sintiéndose cada vez más valiente.

Salieron de la sala y se encaminaron hacia su habitación. Pero justo en el pasillo, una sombra se movió. Emma parpadeó y se dio cuenta que era el reflejo de la lámpara. Pensó en su día de juegos y cómo a veces las sombras transformaban cosas simples en grandes aventuras.

"Si puedo jugar con sombras, puedo ser una heroína. ¡Vamos, Rocky!" exclamó. Juntos hicieron un pequeño baile con las sombras hasta que llegaron a su cama.

Emma se metió en la cama y abrazó a Lila con fuerza. Estaba muy feliz, no solo por haber encontrado a su muñeca, sino por haber vivido una gran aventura.

"Gracias, Rocky. ¡Eres el mejor compañero de aventuras!" dijo mientras acariciaba al perrito.

Y así, Emma cerró los ojos y, con la luz de la linterna apagándose poco a poco, se sumió en un profundo sueño lleno de travesuras y cuentos de hadas.

Desde esa noche, Emma comprendió que dormir sola no significaba estar sola. Cada pequeño ruido era un llamado a la aventura, y su valentía la llevaba a descubrir cosas maravillosas en el mundo que la rodeaba.

FIN.

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