Emma y las emociones



Había una vez en un tranquilo pueblo de la campiña, una niña llamada Emma. Emma era una niña curiosa y simpática, pero a veces tenía dificultades para entender sus emociones.

Un día, Emma se despertó con una extraña sensación en la panza, como si algo no estuviera del todo bien. -¿Qué me pasa hoy? -pensó Emma mientras se frotaba la panza con curiosidad. Esa sensación rara, como de mariposas en su barriga, no la dejaba tranquila.

Emma decidió pedirle ayuda a su mamá. -Mamá, siento algo extraño en la panza, ¿qué puede ser? -le confesó Emma, preocupada. La mamá de Emma, con una sonrisa amorosa, le explicó que lo que sentía en su panza era nerviosismo.

-El nerviosismo es una emoción que podemos sentir cuando estamos ansiosos, emocionados o asustados. Es normal sentirlo de vez en cuando. Pero, ¿sabes qué? Podemos aprender a controlarlo. Emma escuchaba atentamente las palabras de su mamá, pero aún se sentía un poco confundida.

Entonces, su mamá le sugirió que hablara con su abuelita, quien era muy sabia y cariñosa. -Abuelita, ¿puedo contarte algo? -le preguntó Emma tímidamente. -Claro, Emma, aquí estoy para escucharte -respondió la abuelita con ternura.

Emma le contó todo sobre la extraña sensación en su panza y lo que su mamá le había explicado. La abuelita le habló entonces sobre otra emoción. -Esa sensación que tienes se llama emoción y puede manifestarse de diferentes maneras.

Cada emoción nos dice algo importante. El nerviosismo puede significar que estás por hacer algo nuevo y emocionante. ¿Te gustaría aprender más sobre nuestras emociones? -le propuso la abuelita con entusiasmo.

Emma asintió con curiosidad y la abuelita le enseñó a reconocer las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, enfado y calma. Emma aprendió a identificarlas y a comprender lo que su cuerpo y mente le estaban diciendo. Con el tiempo, se volvió más consciente de sus emociones y aprendió a manejarlas.

Cuando sentía nerviosismo, recordaba que era porque algo nuevo e interesante estaba por suceder. Cuando sentía tristeza, recordaba que era importante expresar lo que sentía para poder superarlo.

Y así, Emma vivió muchas aventuras emocionales, aprendiendo a entenderse a sí misma y a los demás. Y descubrió que, aunque las emociones fueran como montañas rusas, podía aprender a disfrutar del viaje y a manejarlas con sabiduría.

Desde ese día, Emma se convirtió en una experta en emociones, ayudando a muchos otros a comprender y aceptar sus propios sentimientos.

FIN.

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