Emmanuel se vuelve el rey



Había una vez, en un pequeño y colorido reino llamado Sonrisas, un niño llamado Emmanuel. A pesar de ser solo un niño, Emmanuel tenía un corazón gigante y una imaginación desbordante. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, decidió que quería hacer algo especial por su comunidad.

"¡Quiero ser el rey!" - exclamó Emmanuel a sus amigos mientras jugaban.

Sus amigos, sorprendidos por su proclamación, se acercaron y lo miraron con ojos curiosos.

"¿Y qué harías si fueras el rey?" - preguntó Lila, una niña de rizados cabellos.

Emmanuel sonrió de oreja a oreja.

"¡Haría un festival para que todos se diviertan y se sientan felices!" - respondió.

A la mañana siguiente, Emmanuel decidió que iba a hacer su festival real. Pero, al comenzar a organizar todo, se dio cuenta de que no sabía por dónde empezar. Fue a ver a la anciana maestra Clara, conocida por sus sabios consejos.

"¿Maestra Clara, puede ayudarme a hacer mi festival? Quiero que todos en el reino estén felices como yo" - le pidió.

Clara sonrió y dijo:

"Por supuesto, Emmanuel. Pero primero, debes aprender sobre lo que significa ser un buen rey".

Emmanuel frunció el ceño, preguntándose qué debería aprender para ser un buen rey. Maestra Clara lo llevó a conocer a diferentes personas del pueblo.

Primero, fue a visitar al herrero, quien estaba trabajando en algo grande.

"¡Hola, señor herrero! ¿Cómo puedo ayudar a la gente del reino?" - preguntó Emmanuel.

El herrero le respondió:

"Podés ofrecerles trabajo y ayudarlos a sentir que su esfuerzo es valorado. La gente necesita saber que sus habilidades son importantes".

Luego, Emmanuel se dirigió a la señora Caridad, la dueña de la panadería. Al entrar, el aroma de pan recién horneado llenó el aire.

"Señora Caridad, ¿qué creés que podría hacer para ser un buen rey?"

La señora le respondió:

"Escuchar a la gente y asegurarte de que todos tengan suficiente comida. La bondad es la base de un buen liderazgo".

Emmanuel siguió aprendiendo y se dio cuenta de que ser rey no era solo organizar fiestas, sino también cuidar a su reino y prestar atención a las necesidades de los demás. Finalmente, llegó el día del festival. Emmanuel había trabajado muy duro, y con la ayuda de sus amigos, había logrado reunir a todo el pueblo en la plaza.

"¡Bienvenidos al primer Festival de la Felicidad!" - anunció Emmanuel emocionado.

Se organizaban juegos, había comida deliciosa y música que invitaba a bailar. Todos comenzaron a disfrutar, pero en medio de la alegría, Emmanuel notó algo. Un niño pequeño estaba sentado solo, mirando al resto divertirse.

Emmanuel se acercó a él.

"Hola, ¿por qué no te unes a nosotros?" - preguntó Emmanuel.

"No tengo amigos que quieran jugar conmigo" - respondió el pequeño con tristeza.

Emmanuel pensó un momento y luego dijo:

"¡Ven! Vamos a jugar al escondite juntos".

El rostro del niño se iluminó. En un instante, Emmanuel había cambiado la situación, no solo para ese niño, sino para todos los que estaban allí.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse y las estrellas brillaban en el cielo, todos se reunieron alrededor de Emmanuel para agradecerle.

"¡Eres el mejor rey que hemos tenido!" - gritaron.

Emmanuel, sonrojado, respondió:

"No soy un rey de verdad, solo quiero que todos sean felices porque la verdadera realeza está en el corazón".

Y así, Emmanuel aprendió que más allá de la corona, ser rey significaba cuidar y valorar a su comunidad. La felicidad no solo estaba en los grandes eventos, sino en los pequeños gestos de amor y amistad que unían a su pueblo. Desde aquel día, Emmanuel no solo fue conocido como el rey del festival, sino también como el niño de oro del reino Sonrisas, y todos ustedes podían aprender de su bondad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!