Emociones en armonía
Había una vez un niño llamado Martín que siempre estaba agitado. Se enfadaba por todo y por nada, molestaba a sus compañeros y compañeras de clase e incluso los insultaba.
Tenía varios amigos que le seguían el juego, pero en el fondo sabían que su actitud no era correcta. Un día, un grupo de niñas y niños de la escuela se dieron cuenta de que algo tenía que cambiar.
Ellos tenían una gran inteligencia emocional y sabían cómo manejar sus emociones. Decidieron ayudar a Martín a cambiar su actitud. El grupo se acercó a Martín con mucho cuidado, sin juzgarlo ni señalarlo.
Le dijeron: "Martín, hemos notado que te enfadas fácilmente y eso hace daño a los demás. Queremos ayudarte a manejar tus emociones para que puedas ser más feliz". Martín frunció el ceño al principio, pero luego decidió darles una oportunidad. Aceptó la ayuda del grupo y comenzaron a trabajar juntos.
El primer paso fue enseñarle a Martín a identificar sus emociones. Le explicaron que cuando se sentía enfadado o molesto, podía respirar profundamente y contar hasta diez antes de reaccionar.
Además, el grupo le enseñó técnicas para expresar sus sentimientos de forma adecuada. Le mostraron cómo decir "me siento triste" o "me siento frustrado" en lugar de insultar o molestar. Martín practicó estos nuevos hábitos todos los días en la escuela.
Al principio fue difícil para él controlarse, pero poco a poco fue mejorando. Un día, mientras jugaban en el patio, Martín se enfadó porque había perdido en un juego. Estaba a punto de insultar a su compañero cuando recordó lo que le habían enseñado.
Respiró profundamente y contó hasta diez. Luego, en lugar de insultar, dijo: "Me siento frustrado porque perdí el juego". Sus amigos quedaron sorprendidos por su cambio de actitud y decidieron apoyarlo.
A medida que pasaban los días, Martín se fue volviendo más tranquilo. Aprendió a escuchar a sus compañeros y compañeras, a respetar sus opiniones y a pedir disculpas cuando se equivocaba. Su grupo de amigos también notó una gran diferencia en él.
Ya no seguían su juego de molestar e insultar. En cambio, comenzaron a divertirse juntos de forma positiva. La noticia sobre la transformación de Martín se extendió por toda la escuela.
Otros niños y niñas empezaron a acercarse al grupo para aprender cómo manejar sus emociones también. Juntos, crearon un club llamado "Emociones Felices", donde compartían técnicas para controlar las emociones y promovían el respeto entre todos los estudiantes. Martín se convirtió en un ejemplo para todos.
Su actitud positiva inspiró a otros niños y niñas a cambiar también. Y así, gracias al grupo con inteligencia emocional, Martín aprendió a controlar sus emociones y cambió su actitud agitada por una llena de respeto y amabilidad hacia los demás.
Ahora era feliz junto con sus nuevos amigos del club "Emociones Felices".
FIN.