En busca de la luna
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Quesolandia, un ratoncito llamado Tomás. Tomás era muy curioso y siempre soñaba con explorar el espacio.
Un día, mientras paseaba por el campo, encontró un viejo libro sobre astronautas y se emocionó tanto que decidió convertirse en uno. Tomás sabía que para llegar a la luna necesitaría construir su propia nave espacial, así que se puso manos a la obra.
Buscó materiales por todo el pueblo y con ayuda de sus amigos ratones construyeron una maravillosa nave hecha de queso. Cuando finalmente terminaron la nave, Tomás invitó a todos los habitantes del pueblo a presenciar su despegue hacia la luna de queso.
El día llegó y todos estaban ansiosos por ver si el sueño de Tomás se haría realidad. Con un gran estruendo y humo saliendo por las ventanillas, la nave espacial despegó hacia lo desconocido.
Todos miraban asombrados cómo poco a poco iba desapareciendo entre las nubes hasta que finalmente se perdió de vista. En ese momento, nadie sabía qué esperar o si volverían a ver a Tomás alguna vez. Pero en medio del silencio abrumador, escucharon un ruido extraño proveniente del cielo.
¡Era la voz de Tomás!"¡Amigos! ¡Estoy volando hacia la luna de queso! ¡Es increíble!"Los habitantes de Quesolandia celebraron emocionados al escucharlo y no podían creer lo valiente que era su amigo ratón.
Mientras tanto, en la nave espacial, Tomás se encontraba maravillado por las estrellas brillantes y los planetas que pasaban a su alrededor. Pero de repente, un problema inesperado surgió: ¡la nave comenzó a perder altura! Tomás sabía que tenía que hacer algo rápido antes de estrellarse.
Con toda su astucia e inteligencia, Tomás ideó un plan para arreglar la nave y continuar su viaje hacia la luna de queso. Utilizó sus conocimientos sobre mecánica y con algunas herramientas improvisadas logró reparar el motor averiado.
La nave volvió a elevarse y poco después, finalmente llegaron a la luna de queso. Era un lugar mágico lleno de montañas de queso derretido y ríos de leche chocolatada.
Tomás estaba tan emocionado que no podía contener su alegría. "¡Lo logré! ¡Estoy en la luna de queso!"Pero lo más importante para él era compartir esta experiencia con sus amigos en Quesolandia. Así que decidió recolectar muestras del delicioso queso lunar para llevarlas de regreso al pueblo.
De vuelta en Quesolandia, todos estaban esperando ansiosos el regreso de Tomás. Cuando finalmente aterrizó su nave espacial hecha de queso, fue recibido como un verdadero héroe.
Tomás compartió las muestras del queso lunar con todos los habitantes del pueblo y juntos disfrutaron de una gran fiesta celebrando el valor y determinación del pequeño ratón astronauta.
Desde ese día, cada vez que alguien mira hacia el cielo nocturno, recuerda la increíble hazaña de Tomás y se inspira en seguir sus sueños, sin importar cuán imposibles parezcan.
Y así, el viaje a la luna de queso se convirtió en una historia que pasó de generación en generación, recordándonos que no hay límites para nuestros sueños si tenemos el coraje y la valentía para perseguirlos.
FIN.