En busca de la mirada divina



Alicia era una niña muy curiosa y siempre tenía preguntas que quería responder. Un día, mientras estaba sentada en su salón de clases en Villahermosa, Tabasco, México, decidió hacerle una pregunta muy importante a su maestra.

"Maestra, ¿dónde puedo encontrar a Dios?"- preguntó Alicia con los ojos llenos de curiosidad. La maestra sonrió y se acercó a Alicia para darle una respuesta.

Ella sabía que esta era una pregunta difícil, pero también sabía cómo explicarlo de manera que Alicia pudiera entenderlo. "Querida Alicia, Dios está en todas partes. No puedes verlo ni tocarlo como un objeto físico, pero puedes sentir su presencia en tu corazón"- respondió la maestra calmadamente.

Alicia frunció el ceño y miró confundida a su maestra. No entendía cómo algo podía estar en todas partes sin poder ser visto ni tocado. La maestra notó la confusión en el rostro de Alicia y pensó rápidamente cómo podría ayudarla a comprender mejor.

"Imagínate que estás caminando por un hermoso jardín lleno de flores. Puedes ver las flores y oler su dulce aroma. Pero hay algo más que no puedes ver: el viento"- explicó la maestra con paciencia.

Alicia levantó la mano emocionada para hacer otra pregunta. "¡Pero yo siento el viento! ¡Puedo ver cómo mueve las hojas de los árboles!"- exclamó ella emocionada. La maestra asintió con una sonrisa. "Exactamente, Alicia.

No puedes ver el viento, pero puedes sentirlo y ver cómo afecta a las cosas a su alrededor. Así es como es Dios: invisible pero presente en todo lo que nos rodea". Alicia comenzó a entender un poco más y se quedó pensativa por un momento.

"Entonces, ¿eso significa que puedo encontrar a Dios en todas partes?"- preguntó ella con un brillo de emoción en los ojos. La maestra asintió y colocó una mano sobre el corazón de Alicia.

"¡Exactamente! Puedes encontrar a Dios en cada persona que amas, en la naturaleza que te rodea, incluso dentro de ti misma. Solo debes mirar con atención y abrir tu corazón para sentir su presencia". Alicia sonrió ampliamente y sintió una gran alegría llenar su ser.

Ahora sabía que no tenía que buscar lejos para encontrar a Dios, él siempre estaría cerca de ella. Desde ese día, Alicia comenzó a apreciar aún más el mundo que la rodeaba.

Cada vez que veía una flor hermosa o sentía la caricia del viento en su piel, recordaba las palabras de su maestra: "Dios está aquí".

Y así fue como Alicia aprendió una valiosa lección: aunque no podamos ver ni tocar algo físicamente, eso no significa que no esté presente. A veces solo necesitamos abrir nuestros corazones y prestar atención para descubrir la belleza divina que nos rodea todos los días. Fin

FIN.

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