en busca de la paz perdida



En un bosque embrujado, donde los árboles susurraban secretos antiguos y las sombras bailaban misteriosamente, vivía un duende malvado llamado Renegón. Renegón era conocido por gastar bromas pesadas a todos los que se aventuraban en ese lugar encantado.

Una noche, a la 1 en punto, la valiente niña Ana decidió explorar el bosque en busca de aventuras. Con su linterna en mano y el corazón lleno de coraje, se adentró entre los árboles retorcidos.

De repente, escuchó un llanto lastimero que parecía provenir del lago cercano. Con paso decidido, se acercó al agua oscura y allí vio a la Llorona, una figura fantasmal envuelta en velos blancos.

"¿Qué te sucede?", preguntó Ana con voz temblorosa pero firme. La Llorona levantó lentamente la cabeza y con voz triste le contó a Ana sobre su eterno dolor y su búsqueda interminable de paz. La niña sintió compasión por ella y decidió ayudarla a encontrar descanso.

En ese momento, Renegón salió de detrás de un árbol con una risa traviesa.

"¡Ja ja ja! ¿Qué hace una niña tan pequeña como tú aquí? ¡Este es mi bosque y aquí mando yo!"Ana no se amedrentó ante las palabras del duende malvado. En cambio, le habló con valentía. "Renegón, sé que te diviertes asustando a los demás, pero hoy es diferente. La Llorona necesita nuestra ayuda para encontrar paz.

"El duende frunció el ceño y miró sorprendido a la niña. "¿Ayudar a la Llorona? ¿Por qué debería hacerlo?""Porque todos merecen tener tranquilidad en sus corazones", respondió Ana con sabiduría más allá de sus años. Renegón reflexionó por un momento y finalmente accedió a colaborar.

Juntos, los tres emprendieron un viaje por el bosque encantado en busca del lugar donde la Llorona podría hallar reposo.

Después de recorrer senderos oscuros y superar pruebas peligrosas impuestas por el propio bosque, llegaron a una pradera iluminada por la luz plateada de la luna llena. Allí, entre flores silvestres perfumadas, la Llorona encontró finalmente paz para su alma atormentada. —"Gracias" , murmuró la figura etérea antes de desvanecerse en el aire nocturno.

Renegón miraba asombrado mientras Ana sonreía con satisfacción. "Nunca subestimes el poder del amor y la compasión", le dijo antes de dar media vuelta para regresar a casa.

Desde esa noche inolvidable, Renegón aprendió que ser malvado no lo llevaría muy lejos si no tenía bondad en su corazón. Y Ana comprendió que incluso en los lugares más oscuros siempre hay espacio para sembrar luz y esperanza.

FIN.

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