En busca de la presencia divina
Alicia estaba muy curiosa y decidida a encontrar a Dios. Quería saber cómo era, qué hacía y cómo podía hablar con él.
Así que un día en la escuela, después de terminar sus clases, se acercó a su maestra, la Señorita Ana. "Señorita Ana", dijo Alicia tímidamente, "quisiera conocer a Dios. ¿Dónde lo podré encontrar?"La Señorita Ana sonrió dulcemente y respondió: "Alicia, para conocer a Dios no necesitas ir muy lejos.
Él está en todas partes". Alicia quedó sorprendida por la respuesta de su maestra. No sabía que Dios estaba tan cerca de ella todo el tiempo.
"Pero Señorita Ana, ¿cómo puedo saber dónde está si no lo puedo ver?" preguntó Alicia con curiosidad. La Señorita Ana se agachó frente a Alicia y le explicó: "Dios está en cada rayo de sol que ilumina nuestro mundo. Está en cada brisa que acaricia nuestro rostro.
Está en las sonrisas de las personas que amamos y también en los corazones bondadosos". Alicia pensó detenidamente sobre las palabras de su maestra mientras caminaba hacia su casa al final del día.
Miraba el cielo azul y veía cómo el sol se ponía lentamente detrás de las montañas. "Entonces -pensó Alicia-, si quiero encontrar a Dios, solo tengo que mirar a mi alrededor". Decidió comenzar un viaje emocionante para descubrir más sobre Dios.
Al día siguiente, cuando salió temprano por la mañana para ir al parque, se dio cuenta de algo maravilloso. Había flores de todos los colores y tamaños, pájaros cantando alegremente en los árboles y niños jugando y riendo.
Alicia sonrió mientras pensaba: "Aquí está Dios, en la belleza de la naturaleza y en las risas de los niños". Mientras Alicia continuaba explorando el mundo que la rodeaba, también aprendió sobre actos bondadosos.
Vio cómo su vecino ayudaba a una señora mayor a cruzar la calle, cómo su mamá preparaba comida para un amigo enfermo y cómo su papá donaba ropa vieja a personas necesitadas. "¡Ahí está Dios otra vez!" exclamó Alicia emocionada. "Lo encuentro en cada acto de bondad". Pero Alicia quería conocer más sobre Dios.
Así que decidió preguntarle a su abuelita, quien siempre tenía respuestas sabias. —"Abuelita" , le dijo Alicia con entusiasmo, "quiero conocer a Dios aún más.
¿Qué puedo hacer?"La abuelita sonrió amorosamente y respondió: "Mi querida Alicia, si quieres encontrar a Dios en tu vida diaria, debes abrir tu corazón. Puedes hablarle como si fuera tu mejor amigo". Alicia siguió el consejo de su abuela y comenzó a hablar con Dios todas las noches antes de dormir.
Le contaba sobre su día, sus alegrías y tristezas. Una noche, mientras oraba frente a su ventana abierta observando las estrellas brillantes del cielo nocturno, sintió una paz interior que nunca había experimentado antes. "Dios está aquí conmigo", susurró Alicia.
"Está en cada palabra que le digo y en cada pensamiento amoroso". Alicia había encontrado a Dios en todas partes: en la naturaleza, en los actos de bondad y, lo más importante, dentro de su propio corazón.
Desde ese día, Alicia aprendió que no tenía que buscar a Dios afuera de ella misma. Él siempre estaba ahí para escucharla y guiarla. Aprendió a encontrarlo en las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
Y así, Alicia vivió una vida llena de amor, compasión y gratitud por todo lo que Dios le había mostrado. .
FIN.