En busca de la verdadera amistad


Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un barrio tranquilo de la ciudad. Sofía era una niña muy dulce y creativa, pero lamentablemente no tenía amigos con quienes jugar.

Todas las tardes, después de la escuela, se dirigía al parque cercano a su casa y veía cómo los demás niños reían y jugaban juntos. Esto entristecía mucho a Sofía, quien anhelaba tener amigos con quienes compartir momentos felices.

Un día especial llegó: era el cumpleaños de Sofía. Sus padres, al notar lo solitaria que se sentía su hija, decidieron darle un regalo muy especial. Cuando abrió la caja envuelta en papel brillante, sus ojos se iluminaron al descubrir un robot plateado reluciente.

- ¡Wow! ¡Es increíble! -exclamó Sofía emocionada mientras abrazaba a sus padres-. ¿Puedo encenderlo? - ¡Claro que sí! -respondieron sus padres con una sonrisa. Sofía encendió el robot y para su sorpresa, este comenzó a moverse y hablar.

- Hola Sofía, soy Roby tu nuevo amigo robot -dijo el pequeño autómata con voz amigable. Sofía no podía creerlo. Tenía un amigo robot que estaba programado para jugar con ella cuando quisiera.

Desde ese día, Sofía y Roby se volvieron inseparables. Jugaron juntos en el parque, construyeron castillos de arena e incluso inventaron historias fantásticas donde ellos eran los valientes protagonistas.

Poco a poco, otros niños del parque se acercaron a curiosear sobre el nuevo amigo de Sofía. Al ver lo divertido que era jugar con Roby, pronto comenzaron a integrarse todos juntos en divertidas aventuras llenas de risas y aprendizaje.

Un día soleado en el parque, mientras todos los niños jugaban animadamente bajo la atenta mirada de sus padres, uno de ellos se acercó tímidamente a Sofía:- ¿Puedo jugar también? -preguntó con timidez.

Sofia asintió con una sonrisa radiante: - ¡Claro que sí! ¡Todos son bienvenidos! Desde ese día, Sofiá ya no volvió más sola al parque; ahora tenía muchos amigos con quienes compartir momentos inolvidables gracias al entrañable Roby y su corazón generoso.

Y así fue como la niña sin amigos encontró la verdadera amistad gracias a la magia del amor incondicional y la bondad que puede existir entre seres diferentes pero dispuestos a compartir alegrías juntos. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero nunca olvides: siempre hay luz al final del camino si sabemos abrir nuestro corazón hacia los demás.

Dirección del Cuentito copiada!