En busca de la victoria


Había una vez una niña llamada Alejandra, quien tenía un gran amor por el voleibol. Desde muy pequeña, ella disfrutaba de jugar con sus amigos en la playa y siempre se destacaba por su habilidad para golpear la pelota.

Un día, mientras Alejandra estaba practicando sus saques en el patio trasero de su casa, su mamá se acercó a ella con una sonrisa en el rostro.

"¡Alejandra! ¡Eres increíble jugando al voleibol! Estoy segura de que algún día serás una gran profesional", dijo emocionada. Alejandra se iluminó aún más al escuchar las palabras de su mamá. "¡Sí, mamá! Quiero convertirme en la mejor jugadora de voleibol del mundo", respondió entusiasmada.

Sin embargo, había alguien que no compartía esa misma emoción: su papá. A diferencia de su mamá, a él no le gustaba mucho la idea de que Alejandra fuera voleybolista.

Siempre decía cosas como: "El voleibol es solo para chicas altas" o "Es un deporte demasiado competitivo". Un día, mientras Alejandra estaba entrenando en la playa junto a sus amigos, notó que algo le preocupaba mucho. Decidió ir a hablar con su mejor amiga Sofía sobre ello.

"Sofía, estoy triste porque mi papá no quiere que sea una jugadora de voleibol", confesó Alejandra con los ojos llenos de lágrimas. Sofía abrazó a Alejandra y le dijo: "No te preocupes, amiga.

Si realmente quieres ser una jugadora de voleibol, no dejes que las palabras de tu papá te detengan. Sigue tus sueños y demuéstrale lo talentosa que eres". Animada por las palabras de Sofía, Alejandra decidió seguir entrenando con más fuerza que nunca.

Cada día practicaba sus saques, pases y remates con entusiasmo y dedicación. Un día, mientras Alejandra estaba en el colegio, recibió una sorpresa inesperada. El equipo nacional de voleibol femenino había organizado una visita al colegio para dar una charla motivadora a los estudiantes.

Alejandra se emocionó mucho al ver a todas esas mujeres fuertes y exitosas frente a ella. Escuchó atentamente cada palabra de sus historias inspiradoras y cómo habían superado obstáculos para convertirse en campeonas.

Después de la charla, Alejandra se acercó tímidamente a la capitana del equipo y le contó sobre su pasión por el voleibol y los desafíos que enfrentaba con su papá. La capitana sonrió y le dijo: "Alejandra, nunca permitas que nadie te diga qué puedes o no puedes lograr.

Si amas el voleibol, sigue adelante sin importar lo que digan los demás. Tú tienes el poder para alcanzar tus sueños". Con estas palabras en mente, Alejandra regresó a casa llena de determinación.

Se acercó a su papá y le dijo: "-Papá, sé que no estás muy contento con mi decisión de ser jugadora de voleibol, pero quiero demostrarte lo feliz que me hace este deporte-. ¿Podrías venir a verme jugar en el próximo partido?".

Aunque a regañadientes, su papá aceptó y fue al partido de Alejandra. Quedó impresionado por la pasión y habilidad que demostraba su hija en la cancha.

Desde ese día, su papá comenzó a apoyarla y animarla en su camino como jugadora de voleibol. Con el tiempo, Alejandra se convirtió en una destacada jugadora de voleibol. Representó a su país en competencias internacionales y cumplió su sueño de convertirse en una profesional.

La historia de Alejandra nos enseña que no importa lo que los demás piensen o digan, siempre debemos seguir nuestros sueños con determinación y confianza en nosotros mismos. A veces, incluso las personas más escépticas pueden cambiar de opinión cuando ven nuestro esfuerzo y dedicación.

Y así fue como Alejandra demostró que el amor por un deporte puede superar cualquier obstáculo.

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