En busca de los peces mágicos


Era una hermosa mañana de verano en la costa argentina. El sol brillaba en el cielo y el mar se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

En medio de ese escenario, se encontraba Lucía, una niña llena de curiosidad y energía. Lucía adoraba explorar la playa en busca de aventuras y tesoros ocultos. Aquel día, decidió que su misión sería encontrar peces de colores.

Con su red en mano y sus ojos llenos de ilusión, comenzó a recorrer la orilla del mar. Pasaron los minutos y Lucía no encontraba ningún pezito colorido.

Estaba empezando a sentirse desanimada cuando escuchó una voz proveniente del agua:- ¡Hola! ¿Estás buscando peces? Lucía miró hacia abajo y vio a un simpático delfín asomando su cabeza por encima del agua. - ¡Sí! -exclamó emocionada-. Pero no encuentro ninguno. El delfín sonrió y le dijo:- Los peces de colores son muy traviesos. A veces es difícil encontrarlos.

Pero si tienes paciencia, seguro aparecerán. Animada por las palabras del delfín, Lucía continuó caminando por la playa con más determinación que nunca. Miraba atentamente cada charco dejado por las olas, esperando ver un destello multicolor entre ellos.

De repente, algo llamó su atención: un grupo de gaviotas estaba revoloteando alrededor de algo en la arena. Curiosa como siempre, se acercó corriendo para descubrir qué era lo que tanto interesaba a las aves.

Cuando llegó, vio que era una almeja marina especial, brillante y llena de colores. Lucía la tomó en sus manos y se emocionó al darse cuenta de que había encontrado su primer tesoro del día. - ¡Mira, delfín! -exclamó mostrándole la almeja-.

¡Es hermosa! El delfín sonrió y le dijo:- Esa almeja es un regalo del mar. Es un recordatorio de que los tesoros pueden estar escondidos en los lugares más inesperados. Lucía guardó la almeja en su bolsillo y siguió su búsqueda.

Pasaron varias horas sin encontrar ningún pezito colorido, pero ella no se desanimaba. Sabía que algún momento llegaría el encuentro esperado. De pronto, escuchó un ruido extraño proveniente de una pequeña cueva junto a la orilla.

Con cautela, se acercó para investigar qué lo causaba. Cuando asomó la cabeza dentro de la cueva, quedó maravillada por lo que vio: un cardumen de peces nadando en armonía y llenando el lugar con destellos multicolores.

- ¡Son los peces de colores! -exclamó Lucía emocionada. Los peces nadaron alrededor de ella como si quisieran jugar. Lucía extendió su mano hacia ellos y sintió cómo uno de ellos rozaba sus dedos antes de desaparecer nuevamente entre las aguas cristalinas.

Llena de alegría y gratitud por aquel mágico encuentro, Lucía salió corriendo hacia casa para contarle a su familia toda la aventura vivida ese día.

Aprendió que, a veces, los tesoros más valiosos no son fáciles de encontrar, pero si perseveramos y mantenemos la ilusión en nuestro corazón, tarde o temprano llegaremos a ellos. Desde aquel día, Lucía siguió explorando la playa en busca de nuevas aventuras.

Siempre recordaba las palabras del delfín y llevaba consigo la almeja marina como un símbolo de esperanza y perseverancia. Y así, cada vez que alguien le preguntaba cómo encontró peces de colores en la playa, ella respondía con una sonrisa:- No los encontré, ellos me encontraron a mí.

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