En busca del hogar perdido


Había una vez un niño llamado Miguel y su novia Valery, quienes decidieron ir de excursión a la selva para explorar la naturaleza y disfrutar de un día diferente.

Empacaron sus mochilas con agua, comida y una linterna, ¡pero olvidaron llevar un mapa!"¡Qué emocionante aventura nos espera en la selva, Valery!", exclamó Miguel con entusiasmo. "Sí, Miguel. Será genial descubrir nuevos animales y plantas", respondió Valery sonriente.

Caminaron entre los árboles altos y frondosos, escuchando los cantos de las aves y el crujir de las ramas bajo sus pies. Pero sin darse cuenta, tomaron un desvío incorrecto y se perdieron en medio de la densa vegetación.

"Miguel, ¿crees que estamos perdidos?", preguntó Valery nerviosa. "Tranquila Valery, encontraremos el camino de regreso. Solo tenemos que mantenernos juntos", tranquilizó Miguel. Pasaron horas caminando sin encontrar ninguna señal conocida que los guiara de vuelta al sendero principal.

Comenzaba a oscurecer y el miedo empezaba a invadir sus corazones. De repente, escucharon un rugido fuerte proveniente detrás de unos arbustos. Se abrazaron asustados pero decidieron investigar qué era ese ruido.

Para su sorpresa, descubrieron a un grupo de monos juguetones que los observaban curiosos. "¡Mira Miguel! Son monos traviesos", exclamó Valery riendo. "¡Sí! Parece que nos están mostrando el camino", dijo Miguel emocionado.

Los monos comenzaron a moverse entre los árboles como si estuvieran indicándoles hacia dónde debían ir. Miguel y Valery decidieron seguirlos confiando en su instinto animal. Finalmente lograron salir de la selva gracias a la ayuda inesperada de los monos amigables. Estaban exhaustos pero felices por haber superado juntos esta aventura inolvidable.

"Valery, aprendimos algo importante hoy: nunca subestimemos el poder del trabajo en equipo", reflexionó Miguel. "Tienes razón Miguel. Juntos podemos superar cualquier desafío que se nos presente", coincidió Valery orgullosa.

Desde ese día, Miguel y Valery valoraron aún más su amistad y complicidad en cada nueva aventura que emprendían juntos.

Y cada vez que recordaban su travesía en la selva perdida, lo hacían con una sonrisa cómplice sabiendo que siempre tendrían al otro para salir adelante ante cualquier obstáculo que se les presentara en el futuro.

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