En busca del rango perdido
Había una vez en la Escuela Militar "General San Martín" un grupo de jóvenes cadetes que soñaban con convertirse en cabos terceros, el rango más alto al que podían aspirar en su etapa de formación.
Entre ellos se destacaban Juan, un joven valiente y decidido; Martina, una chica inteligente y estratégica; y Lucas, un cadete muy disciplinado. El camino para llegar a ser cabo tercero no era fácil.
Debían superar tres meses como alumnos, otros tres como brigadieres y finalmente tres más en el curso de combate y comando (CAC). Era un desafío arduo que ponía a prueba su resistencia física, habilidades tácticas y trabajo en equipo.
En el primer mes como alumnos, los cadetes aprendieron las bases del liderazgo militar, la importancia de la disciplina y el respeto por la jerarquía. Juan se destacaba por su capacidad para motivar a sus compañeros, mientras que Martina brillaba en las tareas intelectuales.
Lucas demostraba su compromiso con cada ejercicio físico. Al llegar al segundo trimestre como brigadieres, los desafíos aumentaron. Debían liderar a sus compañeros en simulacros de combate y misiones especiales.
Fue entonces cuando surgió la rivalidad entre algunos cadetes por destacarse ante los instructores. Juan tuvo que recordarles que lo importante era trabajar juntos hacia un mismo objetivo. En el último trimestre del curso CAC, los cadetes enfrentaron pruebas extremas donde pusieron a prueba todo lo aprendido hasta ese momento.
En una misión nocturna de rescate simulado, Martina demostró su astucia al encontrar la mejor ruta para llegar al punto de extracción. Lucas mostró su temple al mantener la calma bajo presión. Finalmente llegó el día de la graduación.
Los cadetes fueron evaluados en una última prueba sorpresa donde debían aplicar todas las enseñanzas recibidas durante nueve intensos meses de formación militar.
La tarea consistía en superar un obstáculo aparentemente insuperable: escalar una pared vertical utilizando solo cuerdas y sin ayuda externa. Juan tomó la iniciativa y lideró el ascenso con determinación, animando a sus compañeros a seguirlo paso a paso. Martina calculó cada movimiento con precisión milimétrica para garantizar la seguridad del equipo.
Lucas fue el último en subir pero lo hizo con una fuerza inquebrantable. Al alcanzar la cima todos se abrazaron emocionados por haber superado juntos el desafío final.
El instructor les felicitó diciendo: "-Han demostrado no solo valentía y destreza física sino también camaradería y lealtad hacia sus compañeros-. Por eso hoy los nombro cabos terceros". Los nuevos cabos celebraron su logro sabiendo que habían forjado amistades indestructibles durante su travesía militar.
Aprendieron que trabajar en equipo es fundamental para alcanzar metas difíciles y que nunca hay obstáculo demasiado grande si se aborda con determinación y unidad.
FIN.