En busca del tesoro mágico



Había una vez un grupo de amigos muy especiales que vivían en un pequeño pueblo llamado Veredalandia.

Magalí, Santiago, Alexis, Anabella, Micaela, Joel, Priscila, Milagros, Nicolás, Patricio, Ignacio, Adriana y Jeremías eran inseparables y siempre se encontraban jugando juntos en la vereda de su calle. Un día soleado mientras jugaban al escondite en la vereda de siempre, descubrieron algo mágico.

Al levantar una piedra vieja y polvorienta debajo de un árbol centenario encontraron un mapa antiguo con instrucciones para encontrar el tesoro más grande del mundo. Emocionados por esta nueva aventura decidieron seguir las pistas del mapa.

Caminaron por diferentes calles y veredas del pueblo hasta llegar a un parque abandonado donde se encontraba el primer desafío: resolver un acertijo. "Si quieres avanzar hacia el tesoro oculto, debes contar los árboles altos como ninguno. Multiplica esa cantidad por dos, y así encontrarás tu siguiente destino" - recitó Magalí.

Después de contar cuidadosamente los árboles altos que rodeaban el parque abandonado y hacer la multiplicación correcta (¡eran 14! ), continuaron su búsqueda hacia una vereda llena de flores coloridas. En esa vereda se encontraba el segundo desafío: resolver un laberinto con palabras secretas.

Cada amigo tenía que buscar las letras correctas en cada esquina del laberinto para formar una palabra clave. Trabajando juntos lograron descifrarlo rápidamente y continuaron su camino. Después de pasar por varias veredas más, llegaron a una plaza donde se encontraba el último desafío.

Esta vez tenían que demostrar su habilidad para saltar y esquivar obstáculos en un juego de saltar la cuerda. Con mucho entusiasmo, uno por uno fueron saltando la cuerda hasta que finalmente lograron superarlo.

Al terminar, escucharon un ruido misterioso proveniente de un árbol cercano. Al acercarse descubrieron una puerta secreta camuflada entre las ramas. Al abrir la puerta, quedaron asombrados al ver un tesoro brillante lleno de monedas de oro y joyas preciosas.

Pero lo más valioso no era el tesoro en sí, sino todo lo que habían aprendido durante su aventura: trabajo en equipo, perseverancia y amistad verdadera.

Decidieron compartir el tesoro con todo el pueblo de Veredalandia construyendo un parque maravilloso para que todos los niños pudieran disfrutarlo. Fue así como se convirtieron en héroes del pueblo y su historia se volvió legendaria.

Desde aquel día, cada vez que Magalí, Santiago, Alexis, Anabella, Micaela, Joel, Priscila, Milagros, Nicolás Patricio Ignacio Adriana o Jeremías caminaban por la vereda recordaban con alegría su increíble aventura y cómo habían convertido sus sueños en realidad. Fin.

FIN.

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