En la escuela Brillan las emociones
Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris, donde todos los estudiantes estaban muy emocionados por el Taller de Emociones que tenían planeado para esa semana. La profesora Clara, con su cabello rizado y su cálida sonrisa, siempre decía que las emociones eran como colores y que en cada uno de nosotros brillaban de manera única.
"¡Hola, chicos!", exclamó la profesora Clara. "Hoy vamos a aprender a identificar y expresar nuestras emociones. ¿Listos para brillar?"
Los alumnos, entre risas y murmullos, respondieron al unísono:
"¡Sí!"
El primer ejercicio consistía en elegir un color que representara una emoción y dibujar algo en una hoja. Cada niño eligió su color y comenzó a trabajar. Luna, la más tímida de la clase, eligió el amarillo porque sentía felicidad por estar rodeada de sus amigos. Tomás, siempre inquieto, optó por el rojo porque a veces se sentía enojado por las cosas que no salían como él quería.
Cuando llegó la hora de compartir sus dibujos, la profesora Clara dijo:
"Vamos a hacerlo de esta manera: cada uno va a explicar por qué eligió ese color. Recuerden, no hay emociones malas, todas son importantes."
Luna, con un poco de nerviosismo, levantó su dibujo.
"Yo elegí el amarillo porque me siento feliz cuando juego con mis amigos, como hoy en el recreo."
Todos aplaudieron y sonrieron. Luego, fue el turno de Tomás.
"Yo elegí el rojo porque a veces me enojo cuando no entiendo algo en clase. Pero sé que puedo preguntar y eso me ayuda."
La clase lo miró con empatía, y la profesora Clara asintió.
"Eso está muy bien, Tomás. Hablar sobre cómo nos sentimos nos ayuda a todos. ¡Sigamos!"
A medida que avanzaba el taller, la profesora Clara notó que algunos chicos estaban más callados. Entonces decidió hacer algo especial:
"Chicos, ¿qué les parece si jugamos a un juego de emociones?"
Los alumnos miraron a la profesora con curiosidad.
"Vamos a formar un círculo y cada uno dirá una emoción que siente; luego, todos haremos una mímica de esa emoción. De esta forma, también aprenderemos a reconocer las emociones en los demás"
Así comenzaron a jugar. Emociones como la sorpresa, la tristeza y la alegría fueron interpretadas entre risas y gestos exagerados. Al llegar el turno de Mateo, un niño conocido por ser muy bromista, hizo algo inesperado: en lugar de decir una emoción, empezó a actuar como si estuviera asustado, con ojos muy abiertos y brazos en alto.
"¡Ayuda! ¡Hay un monstruo!"
Todos los chicos rieron a carcajadas, pero de pronto, la profesora Clara pidió la atención de todos:
"Chicos, Mateo quizás está usando el humor para ocultar algo. Sería bueno preguntarle cómo realmente se siente."
Mateo, sintiéndose descubierto, se sonrojó, pero luego sonrió y confesó:
"A veces me siento solo y asustado porque tengo miedo de no ser lo suficientemente divertido para mis amigos."
Los demás se miraron entre sí, un poco sorprendidos, pero Luna rápidamente dijo:
"¡Pero tú siempre nos haces reír!"
"Sí, Mateo. A veces todos tenemos miedos, y está bien compartirlos", agregó Tomás.
Con un poco de timidez y valentía, Mateo compartió más sobre su sentimiento y, para su sorpresa, descubrió que no era el único que había pasado por eso. La profesora Clara los guió para que todos pudieran expresar sus inquietudes y apoyarse entre sí.
El día terminó con una actividad donde todos crearon un mural en la pared de su aula, cada uno aportando algo que representara una emoción. Quedó hermoso, lleno de colores vibrantes y significa que en esa clase, todos podían ser diferentes y aún así brillar juntos.
"Recuerden, chicos, cada emoción tiene su lugar, y ¡en nuestra escuela siempre brillarán las emociones!" dijo Clara, mirando orgullosa el trabajo de sus alumnos.
Al final del día, los alumnos se fueron a casa con una nueva comprensión sobre la importancia de reconocer y compartir sus emociones.
"¡Mañana tenemos que seguir brillando!" gritó Tomás, mientras el resto asintió con entusiasmo.
Y así, en la Escuela Primaria Arcoíris, el poder de las emociones se convirtió en parte de su día a día, donde todos aprendieron a brillar juntos, apreciando no solo sus sentimientos, sino también los de los demás.
FIN.