Encanto en el Bosque



Había una vez, en un hermoso bosque encantado, una niña llamada Martina de 6 años que le encantaba jugar cerca del estanque. Un día soleado, mientras saltaba de alegría y recogía flores silvestres, algo mágico sucedió.

De repente, Martina vio algo brillante en el agua del estanque. Se acercó con curiosidad y descubrió a una linda ranita con una flor blanca en la cabeza. La ranita era de un verde pastel y parecía emitir destellos de magia.

Martina se agachó lentamente y extendió su manito hacia la ranita. Con voz suave, la niña le dijo: "Hola pequeña ranita, ¿de dónde vienes? Eres la criatura más hermosa que he visto.

" La ranita miró a Martina con sus ojitos brillantes y respondió: "-Hola querida niña, mi nombre es Rosalinda y vengo de un reino mágico donde las flores bailan al son del viento. "Maravillada por conocer a Rosalinda, Martina decidió pasar el día junto a ella.

Juntas exploraron el bosque encantado, cantaron canciones con los pájaros y compartieron risas bajo el sol radiante. La amistad entre Martina y Rosalinda crecía con cada aventura que vivían.

Sin embargo, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Rosalinda se puso triste. "-Querida Martina, debo regresar a mi reino antes de que caiga la noche. Gracias por este maravilloso día juntas", dijo la ranita con nostalgia en su voz.

Martina sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su amiga mágica. No quería despedirse tan pronto de Rosalinda. Entonces tuvo una idea brillante: "-Rosalinda, ¿qué te parece si te llevo a casa? Seguro allí podremos seguir jugando juntas.

"Los ojos de Rosalinda se iluminaron ante la propuesta de Martina. Juntas emprendieron el camino de regreso al hogar de la niña. Mientras caminaban bajo las estrellas titilantes del cielo nocturno, compartieron sueños e historias divertidas.

Al llegar a casa, Martina construyó un pequeño hogar para Rosalinda en su habitación: un terrario decorado con flores silvestres y hojas verdes para que se sintiera como en casa.

La ranita quedó encantada con su nuevo hogar y prometió visitar a Martina siempre que pudiera. Desde ese día, Martina aprendió que las amistades más especiales pueden surgir inesperadamente y traer magia a nuestras vidas.

Cada noche antes de dormir, miraba a Rosalinda descansando plácidamente en su terrario y susurraba: "Gracias por enseñarme que lo extraordinario puede estar justo frente a nuestros ojos.

"Y así fue como Martina descubrió que los verdaderos tesoros no siempre están ocultos en lugares lejanos; a veces solo necesitamos abrir nuestros corazones para encontrar la magia que nos rodea cada día.

FIN.

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