encesta con corazón



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño rubio llamado Carlos. Desde muy pequeño, Carlos tenía un sueño: convertirse en un jugador profesional de baloncesto.

Le encantaba ver los partidos por televisión y soñaba con estar en la cancha, jugando con los grandes. Desde que era chiquito, Carlos practicaba todos los días en la canchita del barrio.

Su mamá lo acompañaba siempre y lo alentaba a seguir adelante, a pesar de las dificultades que se le presentaban en el camino. Un día, mientras Carlos entrenaba duro para mejorar su técnica, un grupo de chicos mayores se acercó y empezaron a burlarse de él por ser rubio.

"¿Qué hace este rubiecito queriendo jugar al basquet?", se reían. Pero Carlos no se dejó intimidar y siguió practicando con más fuerza que nunca.

"¡No les hagas caso, hijo! Tú puedes lograr todo lo que te propongas si trabajas duro y crees en ti mismo", le decía su mamá cada vez que regresaban a casa después de entrenar. Los desafíos no paraban ahí para Carlos.

En la escuela, algunos compañeros también se burlaban de él por ser rubio y tener el sueño de ser jugador profesional. Pero él sabía que nada ni nadie podía detenerlo si mantenía su pasión por el baloncesto intacta. Con el tiempo, llegaron las pruebas para ingresar a un equipo juvenil local. Carlos estaba nervioso pero emocionado.

Sabía que esta era su oportunidad para demostrar todo lo que había aprendido y superar todas las adversidades que se habían cruzado en su camino.

El día de las pruebas llegó y Carlos dio lo mejor de sí mismo en la cancha. Corrió, saltó, anotó puntos y demostró su habilidad con el balón como nunca antes lo había hecho. Al finalizar las pruebas, el entrenador anunció los nombres de los nuevos integrantes del equipo...

¡y Carlos estaba entre ellos!"¡Lo lograste hijo! Estoy tan orgullosa de ti", exclamó su mamá abrazándolo con emoción. Carlos había cumplido su sueño gracias al apoyo incondicional de su madre y a su dedicación y amor por el deporte.

A partir de ese momento, comenzaría una nueva etapa llena de desafíos y oportunidades para crecer como jugador profesional.

Y así fue como el niño rubio llamado Carlos demostró que con esfuerzo, perseverancia y amor por lo que uno hace, cualquier sueño puede hacerse realidad. Y desde entonces, cada vez que jugaba al baloncesto recordaba todas las veces que había caído pero también cómo se había levantado más fuerte gracias al apoyo incondicional de quienes más lo querían.

FIN.

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