Equilibrio en el Bosque



Había una vez en el bosque encantado dos conejitos muy especiales. Por un lado, estaba Saltarín, un conejito travieso y lleno de energía que siempre saltaba por todos lados sin parar.

Y por otro lado, estaba Reparo, una conejita más tímida y cuidadosa que prefería pensar antes de actuar. Un día soleado, mientras Saltarín brincaba de un lado a otro con su típica alegría desbordante, divisó a lo lejos a una hermosa conejita llamada Esbelta.

Tenía unos ojos brillantes como el sol y unas orejas largas y esbeltas que se movían con gracia al caminar. Saltarín quedó cautivado al instante por la belleza de Esbelta y decidió acercarse para conocerla mejor.

Reparo, desde lejos, observaba con cierta preocupación las travesuras de su amigo Saltarín. "¡Hola! Soy Saltarín, ¿y tú quién eres?", exclamó el conejito saltarín con entusiasmo. Esbelta sonrió dulcemente y respondió: "Hola, yo soy Esbelta.

¿Qué te trae por aquí?""¡Estoy encantado de conocerte! ¿Te gustaría dar un paseo juntos por el bosque? ¡Seguro será muy divertido!", propuso Saltarín emocionado. Esbelta aceptó la invitación con gusto, mientras Reparo seguía observando desde la distancia con cierta inquietud.

A medida que avanzaban en su paseo, Saltarín no dejaba de hacer piruetas y acrobacias para impresionar a Esbelta, quien reía divertida ante sus ocurrencias. "¡Mira qué gracioso soy!", exclamaba Saltarín mientras daba saltos en el aire.

Esbelta lo miraba admirada pero también algo preocupada por tanta imprudencia. Reparo finalmente decidió intervenir para evitar algún accidente. "Creo que deberíamos ser más prudentes al jugar", sugirió Reparo con amabilidad. Saltarín se detuvo un momento y reflexionó sobre las palabras de Reparo.

Se dio cuenta de que tal vez estaba excediéndose con sus juegos arriesgados y que debía tener más cuidado en presencia de Esbelta. "Tienes razón, Reparo. Gracias por recordármelo", dijo Saltarín apenado pero decidido a cambiar su actitud temeraria.

A partir de ese momento, los tres conejitos continuaron su paseo por el bosque pero esta vez todos juntos y disfrutando cada momento con responsabilidad y diversión equilibrada.

Saltarín aprendió a moderarse un poco más gracias al consejo sensato de Reparo, quien demostró que la prudencia también puede ser divertida si se combina adecuadamente con la alegría del corazón.

Y así los tres amigos siguieron explorando juntos el bello bosque encantado, compartiendo risas, aventuras y enseñanzas valiosas sobre la importancia del equilibrio entre la diversión desenfrenada y la cautela necesaria en cada paso dado en la vida.

FIN.

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