Equilibrio en el Bosque



Susi saltaba de rama en rama, emocionada por la idea de encontrar el árbol de los deseos. Margarita revoloteaba a su lado, guiándola entre las hojas que susurraban historias antiguas.

Pronto llegaron a un claro donde se alzaba majestuoso un árbol con hojas brillantes y frutos resplandecientes. - ¡Este debe ser el árbol de los deseos! - exclamó Susi, maravillada. - Sí, así es. Pero ten cuidado, Susi.

Este árbol solo concede un deseo a aquellos que verdaderamente lo merecen - advirtió Margarita con seriedad. Susi reflexionó por un momento y decidió pedir su deseo con humildad y sinceridad.

Cerró los ojos y formuló su anhelo más profundo: volar como los pájaros para explorar el mundo desde las alturas. Una luz dorada envolvió a Susi y una brisa cálida la elevó del suelo. Abrió los ojos asombrada y descubrió que ahora tenía unas bellas alas coloridas en lugar de patas.

- ¡Lo logré! ¡Estoy volando! - gritó Susi, dando vueltas en el aire con alegría. Margarita sonreía feliz por su amiga ardilla mientras la seguía en su nuevo vuelo. Juntas recorrieron el bosque, surcando los cielos y disfrutando de vistas nunca antes imaginadas.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no todo era perfecto. - ¿Qué pasa, Susi? Pareces preocupada - preguntó Margarita al notar la expresión pensativa de la ardilla.

- Es increíble volar, pero extraño mis patitas en tierra firme. Creo que extraño también jugar entre las ramas como solía hacerlo - confesó Susi con nostalgia. Margarita comprendió el dilema de su amiga y le sugirió regresar al árbol de los deseos para modificar su petición.

Juntas emprendieron nuevamente el camino hacia el claro donde se erguía imponente el árbol mágico. Ante él, Susi pidió con determinación poder alternar entre tener alas para volar y patitas para corretear por el bosque a placer.

El árbol concedió gentilmente su nuevo deseo y Susi sintió una transformación reconfortante en su cuerpo. Ahora podía disfrutar lo mejor de ambos mundos: explorar los cielos con Margarita o jugar en tierra firme como siempre había hecho.

La ardilla aprendió que no hay límites para soñar ni una única manera correcta de cumplir esos sueños; lo importante es escuchar nuestro corazón y encontrar un equilibrio que nos haga felices.

Así pues, Susi y Margarita continuaron sus aventuras juntas, compartiendo risas bajo la luz del sol o las estrellas según les dictara su espíritu aventurero. Y aunque cada uno tiene sus propios sueños e ideales únicos, siempre recordaban que juntos eran más fuertes y capaces de superarlo todo.

FIN.

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