Érase una vez



Érase una vez, en un rincón muy, muy lejano del universo, un mágico lugar conocido como el Sistema Solar. Allí vivían distintos planetas, cada uno con su propio carácter y personalidad, que orbitaban alrededor de un brillante sol llamado Solcito.

Un día, mientras todos los planetas estaban disfrutando de un hermoso día espacial, Mercurio, el más pequeño y veloz de todos, tuvo una gran idea.

"¡Hola, amigos! ¿Qué les parece si organizamos una gran carrera alrededor del Sol?"

Mercurio, emocionado, miró a su alrededor. Tierra, Marte y Venus se miraron entre sí, ante la propuesta de su amigo.

"Pero, Mercurio, sos el más rápido, ¡seguro que ganarías!" - dijo Venus, con una sonrisa.

"Sí, eso podría ser un problema..." - respondió Mercurio pensativo.

"Pero también podríamos hacer algo diferente: ¡una carrera de relevos!" - propuso Tierra.

"¡Esa es una gran idea!" - exclamó Marte "Cada uno de nosotros podría correr una parte de la distancia y así todos tendríamos la oportunidad de participar."

Los planetas comenzaron a planear la carrera de relevos. Cada uno iba a aportar algo único. Júpiter, siendo el más grande, ofreció mantenerse estable mientras los demás corrían.

"Yo haré de juez y aseguraré que todos sigan las reglas" - dijo Júpiter con dignidad.

"¡Entonces es un trato!" - dijo Saturno, quien en ese momento sintió su corazón latir al ritmo de la emoción.

La carrera se llevó a cabo en el espacio, en un entorno lleno de estrellas brillantes que parecían animar a los competidores. Todos los planetas estaban nerviosos pero contentos.

Cuando llegó el momento de la carrera, el primer relevo fue para Mercurio. Salió disparado como un rayo, corriendo alrededor del Sol con una velocidad impresionante.

"¡Soy el más rápido! ¡Nadie puede detenerme!" - gritó, mientras se pasaba el testigo a Venus.

"Suerte, Venus!" - le dijo Mercurio, emocionado.

Venus tomó el testigo y comenzó a correr. Ella era hermosa y rápida, deslizando su forma suave alrededor del Sol. En un momento divertido, se desvió hacia una nube de polvo cósmico y cuando salió de ella, estaba cubierta de brillo.

"¡Miren, me siento como una estrella!" - dijo, riendo mientras pasaba el testigo a la Tierra.

Tierra corrió con entusiasmo.

"¡Voy a mostrarles lo que tengo!" - exclamó.

Pero cuando se preparaba para pasar el testigo a Marte, un pequeño asteroide apareció en su camino.

"¡Cuidado!" - gritó Saturno desde un rincón.

"No puedo dejar que me detenga" - dijo Tierra, saltando hacia un lado y logrando pasar el testigo a Marte justo a tiempo.

Marte, con su energía abrasadora, tomó el testigo y corrió con valentía. Sin embargo, de repente, se dio cuenta de que no había calculado bien su velocidad. Estaba tan concentrado en ganar que no vio una nube de meteoritos a su alrededor.

"¡Oh no!" - se lamentó Marte. "Esto no es bueno..."

Pero justo en ese momento, Júpiter apareció como un verdadero héroe.

"¡No te preocupes!" - dijo con su voz potente. "Yo puedo usar mis poderosos vientos para desviar los meteoritos. ¡Sólo sigue corriendo!"

Marte, aliviado, siguió corriendo y Júpiter utilizó su fuerza para acarrear los meteoritos a un lado, asegurando el camino. Marte pasó el testigo a Saturno y respiró hondo de alivio.

"¡Gracias, Júpiter!" - gritó Mártes mientras daba el último empujón.

Saturno, con su banda brillante, tomó la posta y corrió con gracia. Emocionado, miró a su alrededor y se dio cuenta de que todos los planetas estaban animando.

"¡Vamos, Saturno!" - gritaron todos juntos.

La carrera, a pesar de sus obstáculos, unió a los planetas. Al final, no importaba quién llegara primero, ya que todos aprendieron sobre el trabajo en equipo, la amistad y la diversión de compartir momentos.

Cuando todos cruzaron la meta juntos, Solcito brillaba con alegría.

"¡Estoy muy orgulloso de todos ustedes!" - dijo Solcito con su calidez.

"Hicimos un gran trabajo en equipo" - añadió Tierra, sonriendo.

"Sí, aprendimos que correr rápido no es lo único que importa. ¡Lo mejor es estar juntos!" - dijo Marte, sonriendo a sus amigos planetarios.

Desde entonces, el Sistema Solar tuvo una nueva tradición: cada vez que se encontraban, organizaban una carrera de relevos y celebraban su amistad y lo que significaba ser parte de un equipo. Y así, los planetas nunca olvidaron la lección de que lo más importante no es ganar, sino disfrutar el viaje con quienes queremos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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