Ernesto y el Barco de los Zombies



En una lejana ciudad costera, donde las olas susurraban secretos a la arena, vivía Ernesto Romberg, un hombre de costumbres nocturnas. A Ernesto le encantaba pasear por la playa mientras la luna iluminaba su camino, susurrando a las estrellas sus pensamientos más íntimos. Sin embargo, había algo curioso en él: odiaba los mástiles de las banderas. Eran para él como espinas invisibles que pinchaban su alma, y siempre los evitaba a toda costa.

Una noche, mientras caminaba, vio un brillo misterioso en el agua. Se acercó y encontró un antiguo barco de madera, el Guardia Nacional, que nunca había visto antes. La curiosidad lo llevó a subirse a bordo.

"¿Quién está ahí?" - preguntó Ernesto.

Una voz resonó desde la oscuridad del barco. "Soy el Capitán Zuno, el guardián de esta embarcación. Pero no temas, no llevamos presos aquí..."

Ernesto sintió un escalofrío. "¿Qué llevas en este barco entonces?"

"Zombies" , respondió el capitán con una risa traviesa.

Ernesto, incrédulo, miró a su alrededor. En las sombras se dibujaban formas extrañas, y ¡efectivamente! eran zombies, pero no eran como los que se cuentan en las historias de terror. Eran zombies amables y amigables, que solo querían bailar y jugar.

"¡Hola, amigo!" - dijo uno de ellos, acercándose con un movimiento torpe. "No tengas miedo, sólo buscamos un poco de diversión. ¡Ven a jugar con nosotros!"

A pesar de su sorpresa, Ernesto decidió darles una oportunidad. Los zombies comenzaron a bailar, moviéndose de maneras cómicas y divertidas. Pronto, Ernesto se sintió cautivado por el ambiente festivo.

"¡Esto es increíble!" - gritó Ernesto riendo. "Nunca pensé que los zombies pudieran ser tan divertidos."

"Nosotros también tenemos sueños", dijo otro zombie, mientras giraba torpemente. "Soñamos con poder bailar bajo el sol, como tú lo haces en la playa. Pero aquí estamos, en la oscuridad, porque nadie nos entiende."

Ernesto se sintió conmovido. "¿Y qué pasaría si tú también pudieras ver la luz del día?"

Los zombies lo miraron, sorprendidos. "¿De verdad crees que eso es posible?"

Ernesto sonrió. "Claro. Quizás juntos podamos encontrar la forma de hacerlo."

Decidieron hacer un plan. Con la ayuda del Capitán Zuno, buscarían la forma de que los zombies pudieran disfrutar de la luz del día. Pasaron las semanas organizando fiestas en la playa bajo la luz de la luna, creando una alfombra de estrellas que iluminaba al mar, brindando amistad y alegría a todos, humanos y zombies por igual.

Un día, después de una gran fiesta, Ernesto tuvo una idea brillante. "Podríamos construir un gran mástil, pero en lugar de una bandera, ¡podemos colgar luces brillantes que representen nuestros sueños juntos!"

Los zombies se emocionaron, y comenzaron a recolectar materiales para la construcción. "¡Vamos, amigos! Este es nuestro momento!" - gritó uno de ellos.

Finalmente, al terminar el proyecto, el mástil se alzó en la playa con luces de colores que brillaban como estrellas. El día de la inauguración llegó, y todos los habitantes de la ciudad se acercaron para verlo. Cuando los zombies comenzaron a bailar bajo las luces del mástil, todos quedaron maravillados.

"¡Nunca pensé que ver a los zombies bailar sería tan lindo!" - exclamó una niña desde la playa.

Y fue así como los zombies, que una vez habían sido objeto de miedo y rechazo, encontraron su lugar y su luz debido a la valentía de Ernesto y su deseo de unir corazones.

Ernesto, el hombre solitario que había odiado los mástiles de las banderas, descubrió que a veces, incluso las cosas que más deseamos evitar pueden convertirse en oportunidades brillantes para vivir momentos mágicos y hacer amigos inesperados.

FIN.

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