Escuchando mi Corazón
Sofía era una adolescente de trece años, llena de sueños y anhelos, aunque últimamente se sentía como si estuviera atrapada en un torbellino de emociones. Sus días estaban llenos de cambios – su cuerpo, sus pensamientos y hasta su forma de ver el mundo parecían haber entrado en una montaña rusa. A esto se le sumaba la presión de su familia, que constantemente le recordaba la importancia de sacar notas excelentes y cumplir con todas las expectativas que ellos tenían sobre ella.
Un día, después de recibir una calificación que no era la esperada, Sofía decidió que ya no podía más. Salió de su casa con lágrimas en los ojos y se dirigió al parque, un lugar que siempre le había traído paz. Allí, entre los árboles y el murmullo de las hojas, se sentó en un banco y suspiró profundo.
A poco de estar sentada, se le acercó su amiga Clara.
"¿Qué te pasa, Sofi? Te veo triste." - le dijo Clara, con una mirada de preocupación.
"Es que no sé si estoy haciendo lo correcto. Mis papás esperan que sea la mejor en todo, y a veces siento que no puedo más" - respondió Sofía, limpiándose las lágrimas.
Clara le sonrió y le dijo:
"Yo creo que lo más importante es que escuches lo que tu corazón te dice. A veces, tenemos que darnos permiso para ser nosotras mismas, no lo que los demás quieren que seamos."
Sofía se quedó pensando en lo que Clara dijo, pero no estaba segura de cómo escuchar su corazón mientras la presión la abrumaba. Esa noche, en la cena, su mamá le planteó un nuevo proyecto escolar, uno que requería que sacara la mejor nota posible.
"Sofía, necesito que te enfoques en este trabajo. No podemos permitir que baje tu promedio" - insistió su madre.
"Sí, mamá, pero..." - comenzó a hablar Sofía, pero no pudo terminar.
La mirada de desaprobación de sus padres la hizo callar. Se sintió pequeña y perdió valor.
Los días pasaron, y la presión sólo aumentaba. Hasta que un lunes, en el colegio, la profesora de arte les pidió que hicieran un mural sobre lo que les hacía felices. Sofía se sintió inspirada y comenzó a pintar, pero en vez de colocar colores, comenzó a plasmar en el mural sus sentimientos. En ese momento, sintió una pequeña chispa de liberación.
Cuando el mural estuvo terminado, Clara la miró asombrada:
"¡Sofi, es hermoso! Es como si hubieras puesto tu alma en esa pintura. ¿Por qué no lo hiciste antes?"
"Porque tenía miedo de lo que pensarían los demás" - respondió Sofía, con un atisbo de confianza.
Ese mismo día, Platón, un viejo guardabosques del parque que solía contar historias a los niños que se acercaban, la vio mientras regresaba a casa y se le acercó.
"Sofía, veo que has estado trabajando en algo especial. A veces, las mejores ideas surgen cuando nos atrevemos a ser honestos con nosotros mismos" - dijo Platón, con una voz profunda y serena.
Sofía se sentó a escuchar.
"Cada uno de nosotros tiene una voz interna que grita por ser escuchada. Si siempre haces lo que otros esperan, te perderás a ti misma. Hay que encontrar el equilibrio" - continuó Platón, mientras Sofía asintió, absorbía cada palabra.
Los días siguieron avanzando y Sofía comenzó a poner en práctica lo que había aprendido: reservar momentos para ella, escribir en un diario, meditar y, lo más importante, expresar sus sentimientos a su familia. Un día, con un poco de valentía, les dijo:
"Papá, mamá, necesito hablar con ustedes. Me siento muy presionada y a veces no sé qué quiero".
Sorprendidos, sus padres la miraron atentamente.
"¿Por qué no nos lo dijiste antes?" - cuestionó su madre, con un tono conciliador.
"Porque tenía miedo de decepcionarlos. Pero estoy aprendiendo a escucharme y quiero que me apoyen en lugar de solo exigirme" - finalizó Sofía, nerviosa pero decidida.
Esa vez, en vez de reproches, sintió un abrazo cálido.
Y, con el tiempo, sus papás empezaron a comprender que el esfuerzo y las notas no eran lo único que importaba.
Sofía aprendió que escuchar su corazón era la clave para encontrar su camino. Y aunque nadie decía que el camino sería fácil, le prometió a sí misma que seguiría adelante, descubriendo quién realmente era.
Así, Sofía pintó su propia historia, y cada día estaba un poco más en paz con sus emociones, y poco a poco, descubría su verdadero arte: ser ella misma.
FIN.