Esme y el Juego del Diablo



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, una niña llamada Esmeralda, conocida por todos como Esme. Tenía una gran pasión por los juegos, especialmente por aquellos que alimentaban su curiosidad. Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano, encontró un extraño objeto: un dado que parecía brillo con un misterioso resplandor.

- ¡Mirá lo que encontré! - gritó Esme, mostrándole el dado a su mejor amiga, Pili, que estaba en su casa eso.

Pili era una niña muy curiosa también, siempre dispuesta a explorar.

- ¿Y qué se supone que hace ese dado? - preguntó Pili, acercándose a Esme.

- ¡No sé! Pero deberíamos probarlo. - respondió Esme emocionada.

Ambas niñas comenzaron a jugar, lanzando el dado un par de veces. Cada vez que el dado caía, una imagen diferente aparecía ante ellas, llenando el aire de colores vibrantes.

- Mirá, ahora hay un hermoso arcoíris sobre nuestra casa. - dijo Esme con asombro.

- ¡Este dado es increíble! - exclamó Pili, mientras veía florecer hermosas flores alrededor. Sin embargo, a medida que continuaban jugando, el dado comenzó a mostrar algunas imágenes extrañas, como una sombra oscura que parecía estar al acecho.

- Esa imagen es extraña... ¿no te parece? - preguntó Pili, un poco asustada.

- Un poco, pero no podemos rendirnos. ¡A ver qué más hace! - dijo Esme, intentando mantener la emoción a flote.

Lanzaron el dado de nuevo y esta vez se formó un pequeño diablo de juguete que salía del dado y hacía muecas.

- ¡Hola, chicas! - dijo el diablillo, riendo. - ¡Soy el Diablo del Juego!

- ¿Diablo? Pero... ¡sos de juguete! - dijo Pili, sorprendida.

- Claro, chicas. Pero tengo un poder especial. Puedo absorber lo que no les gusta en sus vidas si me hacen un juego. - explicó el diablillo, con una sonrisa juguetona.

Esme y Pili se miraron un momento, intrigadas por la propuesta.

- ¿Qué tipo de juego? - preguntó Esme, curiosa.

- Un juego de ayudar. Ustedes me dicen algo que les preocupe y yo lo absorberé, pero solo si lo hacen con alegría. - dijo el diablillo.

Las niñas pensaron en todo lo que les preocupaba: la falta de tiempo para jugar, los problemas en la escuela, diferenciar un par de cosas complejas, el miedo al fracaso...

- Yo no me siento bien cuando no puedo jugar con todos mis amigos. - confesó Esme.

- Y yo me pongo triste cuando no entiendo algo en los deberes. - añadió Pili.

- Muy bien, preguntaré al dado. - dijo el diablillo, lanzando su propio dado.

El dado, danzando en el aire, sacudió el espíritu de alegría que las niñas tenían, y como por arte de magia, comenzó a absorber esas preocupaciones, que se transformaron en burbujas de risas y colores.

- ¡Miren! - dijo el diablillo, mientras las burbujas volaban alto. - ¡Adiós, tristezas! Ahora, ¿quieren seguir jugando?

- ¡Sí! - gritaron ambas al unísono.

Y así, Esme y Pili aprendieron que aunque había cosas tristes en el mundo, podían llenarse de alegría si enfrentaban sus problemas de manera creativa y divertida. Con el tiempo con el diablillo de juguete, aprendieron más sobre la amistad y la importancia de compartir los problemas. Desde ese día, no solo jugaron en el bosque, sino que también comenzaron a ayudar a sus amigos a enfrentar sus preocupaciones y transformarlas en risas.

Y a veces, cuando sentían miedo de enfrentar algo, solo necesitaban recordar cómo absorber lo negativo convirtiéndolo en algo positivo - quizás con un juego o simplemente compartiendo en su grupo de amigos. Así se convirtieron en unas verdaderas superheroes en Alegría.

El diablillo, recordó siempre a las dos amigas que ‘no hay nada que absorber del miedo, sino solo el aliento de la risa’ y siempre las retó a encontrar la alegría.

Y así, Esme, Pili y el divertido diablillo nunca dejaron de jugar y compartir, llenando cada rincón de su pueblo con risas y buenos momentos.

Fin.

FIN.

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