Esteban y el Puzle de Pictogramas



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Esteban. A sus 8 años, Esteban era curioso y creativo, pero tenía algunas dificultades para comunicarse. Aunque su mundo estaba lleno de colores y aventuras, a veces se sentía aislado porque no podía expresar lo que pensaba o sentía con palabras. Sin embargo, siempre llevaba consigo un pequeño cuaderno lleno de pictogramas que su mamá le había enseñado a usar para ayudarlo a comunicarse.

Un día, mientras jugaba en el parque, Esteban vio a un grupo de chicos jugando a la pelota. Se le hizo difícil comunicarse con ellos, y decidió usar sus pictogramas. Se acercó a una de las niñas y le mostró un pictograma de un balón.

"¿Puedo jugar?" - preguntó Esteban con una gran sonrisa.

La niña lo miró y, al principio, no entendió. Pero después de un momento, ella se agachó y miró el pictograma.

"¡Ah, querés jugar!" - dijo con entusiasmo. "¡Claro!"

Esteban se unió al juego y, por unos momentos, se sintió parte de un mundo lleno de risas y diversión. Sin embargo, cuando el balón se pasó, antes de que pudiera pedirlo, otro niño lo atrapó. Esteban se sintió un poco triste y frustrado, así que decidió usar su cuaderno de pictogramas de nuevo.

"¡Socorro!" - escribió en su cuaderno, mostrando el pictograma de un niño que se siente triste.

Un niño de su equipo, al verlo, se aproximó:

"¿Estás triste porque no te dan el balón?"

Esteban asintió y levantó su cuaderno para mostrar el pictograma de un balón de fútbol. El niño, comprendiendo, le pasó la pelota con una sonrisa.

"¡Acá tenés!" - exclamó, y así Esteban pudo jugar de nuevo.

Con cada partida, los chicos empezaron a entender que los pictogramas de Esteban eran una manera de comunicación válida y divertida. Se encariñaron con él y comenzaron a preguntarle a Esteban cómo escribía cada pictograma. Esto le dio confianza y él se sintió más seguro para hablar, incluso sin su cuaderno.

Pasaron unas semanas, y llegó el día de la feria del barrio. Había juegos, comida y muchas actividades. Esteban estaba emocionado, pero también preocupado porque no sabía si podría expresarse bien. Su mamá le dijo:

"¿Por qué no usas tus pictogramas para explicar a los demás lo que te gustaría hacer?"

Con una pizca de nervios, decidió hacerlo. Se hizo un cartel con imágenes de diferentes atracciones: la rueda de la fortuna, los juegos inflables y las golosinas.

Cuando llegó a la feria, Esteban se acercó a un grupo de chicos y levantó su cartel.

"¿Qué les gustaría hacer?" - preguntó señalando las imágenes.

Los chicos se miraron sorprendidos, pero luego comenzaron a señalar las imágenes de su cartel.

"¡La rueda de la fortuna primero!" - dijo uno de ellos, y Esteban se sintió emocionado de ver cómo ahora todos querían unirse a su idea.

Mientras disfrutaban de la feria, Esteban se dio cuenta de lo poderoso que era poder comunicarse a través de sus pictogramas. En cada atracción, los chicos lo alentaban y le pedían más pictogramas para expresar lo que sentían, y así Esteban sintió que había encontrado un nuevo grupo de amigos.

Esa noche, mientras regresaba a casa, Esteban sintió algo nuevo llenando su corazón. La alegría de ser parte de algo, y el poder de la comunicación a través de sus pictogramas.

- “Mañana voy a hacer un nuevo pictograma, ¡el de un astronauta!" - exclamó, emocionado.

"Y yo de un dinosaurio!" - respondió su mamá, sonriendo.

Esteban entendió que la comunicación no solo era sobre palabras, sino sobre compartir su mundo con los demás, y que cada pictograma era un puente hacia nuevas amistades y aventuras.

Desde aquel día, Esteban no solo vio en sus pictogramas una herramienta, sino una forma de conectar con el mundo, y con cada dibujo, su corazón se llenaba de cada vez más colores.

FIN.

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