Esteban y la Vaca Voladora



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de San Solito. Esteban, un niño curioso y lleno de sueños, estaba sentado en su jardín, mirando al cielo y pensando en las posibilidades de la vida. De repente, se le escapó una idea fabulosa: "¡Quiero una vaca volando!"- exclamó con entusiasmo.

Su hermana, Clara, que estaba regando las plantas, lo miró asombrada. "¿Cómo se te ocurre eso, Esteban? Las vacas no vuelan"- respondió, sonriendo. Pero Esteban no se dio por vencido. "Tal vez podamos inventar algo que la haga volar"- dijo emocionado.

Así que, juntos, decidieron construir un artefacto volador. Buscaron en el cobertizo del abuelo donde había un montón de cosas viejas, desde maderas y cuerdas hasta una gran sombrilla rota. Con ayuda de su amigos, Tomás y Lucía, se pusieron manos a la obra.

Día tras día, el equipo se encontraba después de la escuela para trabajar en su proyecto. Trabajaron juntos, aprendiendo sobre la gravedad y la aerodinámica, riendo y disfrutando en el proceso. Durante esas tardes de trabajo, Esteban compartió sus ideas sobre cómo podría volar una vaca.

"Podemos ponerle alas grandes y ligeras, y un motorcito para que la impulse. Así podrá ser la primera vaca voladora de San Solito"- planteó Esteban entusiasmado.

"Pero... ¿dónde encontramos una vaca?"- preguntó Lucía, un poco preocupada.

"¡Podemos pedirle prestada a Don Ramón!"-, sugirió Clara. Don Ramón, el granjero del pueblo, siempre tenía alguna vaca dando vueltas. Esteban se acercó con su familia a la granja y pidió el favor.

Don Ramón, divertido con la ocurrencia, les dijo: "Está bien, pero deben prometerme que cuidarán de ella. No quiero que se asuste al volar"-. Así que, con una vaca llamada Luna, el grupo continuó trabajando.

Después de varias semanas de esfuerzo, con caídas y risas, lograron un pequeño aparato que podía llevar a Luna al cielo. El día del gran lanzamiento, todo el pueblo se reunió. Esteban estaba nervioso, pero al mismo tiempo, lleno de emoción.

"¡Vamos, Luna!"- exclamó Esteban mientras encendía el motor. La vaca observaba curiosa y, tras un pequeño empujón, comenzó a elevarse. Todos miraban boquiabiertos.

Luna comenzó a flotar, dando vueltas en el aire como una bailarina. La felicidad llenó el cielo cuando los habitantes del pueblo aplaudieron y vitorearon. Sin embargo, a medida que la vaca ascendía, un desafío inesperado apareció: ¡una nube oscura se acercaba rápidamente!

Esteban, Clara, Tomás y Lucía se miraron preocupados. "¡Rápido! Debemos ayudar a Luna a bajar"- gritó Esteban. Juntos, they gritaron combinados sus ideas. "¡Luna, sigue las luces del aterrizaje!"-. La vaca escuchó y comenzó a descender, usando la magia de la amistad como guía.

Después de un emocionante descenso, Luna aterrizó suavemente en el campo, justo a tiempo antes de que la nube cubriera el pueblo. Todos estallaron en risas al ver lo valiente que había sido la vaca. Esteban sonrió y dijo: "A veces, los sueños raros pueden enseñarnos grandes cosas"-.

Esa tarde, se sentaron todos alrededor de Luna, compartiendo una merienda con helados y galletas. Esteban entendió que si bien su deseo de una vaca voladora era inusual, valía la pena perseguirlo porque, al final, había unido a todos en una aventura inolvidable y les había enseñado sobre el trabajo en equipo, la amistad y que nada es imposible si se trabaja juntos. Y desde ese día, en San Solito, cada vez que el cielo se llenaba de nubes, la gente sonreía, pensando en la vaca que voló y el niño que convirtió un sueño en realidad.

FIN.

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