Estefaní y el Misterio de los Decides



En un colorido pueblo llamado Colorete, vivía una niña llamada Estefaní. A sus diez años, Estefaní era conocida por su tranquilidad y su manera calmada de enfrentar los retos. Pero había un detalle que la hacía un poco diferente: siempre era indecisa cuando llegaba el momento de decidir cómo estudiar para sus clases.

Un día, su maestra de la escuela, la Señorita Ana, comentó que tendría un examen importante sobre los animales. Estefaní, sintiéndose un poco abrumada, regresó a casa y se sentó en su habitación rodeada de libros.

- “¿Por dónde empiezo? ”, se preguntaba.

Decidió hojear un libro de zoología, pero luego pensó que quizás sería mejor hacer una lista de todos los animales que quería aprender. Así que tomó su cuaderno y comenzó a escribir. Pero al llegar a la letra 'G', se sintió perdida.

- “Tengo que decidirme por un libro”, dijo Estefaní en voz alta.

Justo en ese momento, su gato, Misi, que siempre estaba a su lado, levantó la cabeza y maulló, como diciendo '¡Vamos, dale!'. Estefaní rió y siguió buscando.

Finalmente, se decidió por el libro de animales de la selva, con hermosas ilustraciones. Sin embargo, cada vez que leía, tenía dudas sobre si estaba aprendiendo lo suficiente.

- “Quizás debería hacer algo divertido para recordar mejor”, pensó.

Así fue como, en lugar de solo leer, decidió hacer tarjetas con dibujos y datos de los animales. Cada vez que terminaba una tarjeta, un brillo de satisfacción iluminaba su rostro.

Un par de días después, en la noche antes del examen, Estefaní se sentó a revisar sus tarjetas.

- “Si me concentro y repaso cada una, puedo hacerlo”, se dijo a sí misma.

Pero mientras repasaba, se dio cuenta de que se le olvidaban algunos nombres.

- “¿Y si no me acuerdo en el examen? ”, exclamó, sintiéndose un poco angustiada.

Misi se acercó lentamente y se subió a su regazo, proporcionando un poco de comodidad.

- “Misi, vos sos un experto en gatos, ¿no? ¿Cómo hacés para recordar cómo jugar? ”, le preguntó Estefaní.

A medida que acariciaba a su gato, se dio cuenta de que la repetición la ayudaba y que había que tener confianza en sí misma.

- “Tal vez lo que tengo que hacer es repasar en voz alta, como si estuviera contándole a alguien todo lo que aprendí”, pensó.

Así que, durante horas, Estefaní se sentó con Misi y le explicó de qué trataban sus tarjetas. Cada vez que terminaba una, Misi la miraba con atención, como si realmente entendiera.

Finalmente, llegó el día del examen. Estefaní navegó por el aula, sintiendo un cosquilleo en su estómago. La Señorita Ana repartió los exámenes y, aunque se sintió un poco nerviosa, recordó todo lo que había estudiado.

Estefaní tomó su lápiz, respiró profundamente y comenzó a responder todas las preguntas.

- “Sé que puedo hacerlo”, murmuró inconscientemente.

Mientras escribía, se dio cuenta de que en lugar de preocuparse por ser perfecta, lo importante era hacer lo que había aprendido. Al final del examen, se sintió aliviada.

Cuando la Señorita Ana entregó las calificaciones, Estefaní sintió un nudo en la garganta. - “Solo quiero haber hecho lo mejor que pude”, pensaba.

- “¡Excelente trabajo, Estefaní! Te has esforzado mucho y se nota”, dijo la maestra.

Estefaní saltó de alegría. - “¡Gracias, Señorita Ana! Me ayudó mucho estudiar así”, contestó, sintiéndose más segura.

Esa experiencia la enseñó sobre la importancia de tomar decisiones, encontrar su propio estilo de estudio y mantener la calma ante los desafíos. Desde entonces, cada vez que se enfrentaba a algo difícil, Estefaní sabía que lo podía lograr, solo tenía que confiar en ella misma y ser productiva a su manera.

Esa noche, al ponerse a descansar, miró a Misi y dijo: - “A veces no se saben por qué caminos hay que andar, pero una vez que tomas uno, trotar se vuelve más fácil”.

Con una sonrisa, se quedó dormida mientras su fiel compañero ronroneaba a su lado, sabiendo que cada elección la llevaba a nuevas aventuras.

FIN.

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