Estrella y el amor incondicional


Había una vez una niña llamada Lola, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos y montañas. A Lola le encantaban los animales, pero su verdadero amor era su perrita, Luna.

Luna era una hermosa cachorrita con pelaje blanco y ojos brillantes como la luna. Lola y Luna eran inseparables. Juntas jugaban en el jardín, se contaban secretos y dormían abrazadas cada noche.

Pero un día, algo inesperado ocurrió: la familia de Lola tuvo que mudarse a la ciudad grande debido al trabajo de sus padres.

Lola estaba triste por tener que dejar atrás su hogar y a todos sus amigos del pueblo, pero lo que más le preocupaba era cómo iba a llevarse a Luna con ella. En la ciudad no había suficiente espacio para tener una mascota, así que sus padres decidieron buscarle un nuevo hogar a Luna. El corazón de Lola se rompió al escuchar esa noticia.

No podía imaginar su vida sin su fiel compañera canina. Decidió entonces tomar acción y hacer todo lo posible para convencer a sus padres de que permitieran llevarse a Luna con ellos.

Una tarde, mientras caminaba por las calles bulliciosas de la ciudad junto a sus padres, Lola vio un cartel pegado en un poste telefónico. Decía: "Se busca voluntarios para ayudar en el refugio de animales". Esto hizo brillar los ojos de Lola con una idea brillante.

- ¡Papá! ¡Mamá! - exclamó emocionada -. ¿Podemos ir al refugio de animales? Tal vez allí puedan ayudarnos a encontrar una solución para Luna. Sus padres, sorprendidos por la propuesta de Lola, aceptaron llevarla al refugio.

Al llegar, fueron recibidos por un amable voluntario llamado Tomás. Lola le contó su historia y cómo no podía imaginar su vida sin Luna. Tomás escuchó atentamente y luego sonrió. - Creo que tengo una idea que podría ayudarte - dijo -.

Ven conmigo. Lola y sus padres siguieron a Tomás hasta el área de adopción del refugio. Allí había muchos perros esperando ser adoptados por familias amorosas.

Pero lo que más llamó la atención de Lola fue una perrita triste y solitaria en una jaula apartada. - Ella se llama Estrella - explicó Tomás -. Estuvo aquí durante mucho tiempo esperando encontrar un hogar, pero nadie parece interesarse en ella.

Lola miró a Estrella con ternura y supo en ese momento qué debía hacer. Decidió adoptar a Estrella y darle un nuevo hogar lleno de amor y cuidado.

Sabía que eso significaba renunciar a tener a Luna con ella, pero también sabía que estaba haciendo lo correcto. Cuando le contó su decisión a sus padres, ellos se sintieron orgullosos de Lola por su generosidad y compasión hacia los animales necesitados. Juntos llevaron a Estrella a casa y la recibieron con los brazos abiertos.

Aunque Lola extrañaba profundamente a Luna, encontró consuelo en saber que había hecho algo bueno por otro animal necesitado. Cada vez que visitaba el refugio de animales para ayudar como voluntaria, Lola sentía una alegría inmensa en su corazón.

Con el tiempo, Estrella se convirtió en la mejor amiga de Lola. Juntas compartían largas caminatas por el parque, se contaban secretos y dormían abrazadas cada noche.

Lola aprendió que no siempre podemos tener todo lo que queremos, pero eso no significa que debamos renunciar a hacer el bien. Su generosidad y amor por los animales le enseñaron una valiosa lección: la importancia de contar con aquellos seres especiales en nuestras vidas y ayudar a quienes más lo necesitan.

Y así, Lola vivió feliz junto a Estrella, sabiendo que había hecho una elección noble y generosa.

Y aunque Luna ya no estaba físicamente presente, su espíritu siempre estaría en el corazón de Lola como un recordatorio de la importancia de amar y cuidar a todos los seres vivos.

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