Estrellas en el Gimnasio
Era una mañana soleada en Buenos Aires cuando Tania decidió ir al gimnasio por primera vez. Siempre había sentido que no encajaba en el lugar, pero ese día algo la impulsó a dar ese primer paso. Al entrar, se encontró con un espacio colorido lleno de gente motivada. Mientras se cambiaba, notó a un chico alto, de cabello rizado, que estaba levantando pesas con mucha dedicación. Se preguntó si él también estaba nervioso, pero su sonrisa parecía confiar en que todo podría ir bien.
Las semanas pasaron y Tania empezó a ir al gimnasio regularmente, e incluso encontró su ritmo. David, el chico de las pesas, siempre estaba en el mismo lugar, fortaleciéndose y mostrándose amable con todos. Tania lo observaba desde la distancia, sintiendo una energía especial cada vez que él la miraba. Un día sus caminos se cruzaron.
"Hola, soy David. ¿Es tu primera vez aquí?" - le dijo él con una sonrisa brillante.
"¡Hola! Soy Tania, y sí, es mi primera vez. No estoy muy segura de lo que estoy haciendo..." - respondió, un poco sonrojada.
David sonrió. "No te preocupes, todos hemos estado ahí. Te puedo mostrar algunos ejercicios si querés."
Así comenzó su amistad. A medida que compartían el tiempo en el gimnasio, hablaban de sus sueños, sus gustos y, lo más importante, de lo que no querían en la vida.
Un día, mientras se tomaban un descanso en un rincón del gimnasio, David le dijo:
"¿No es raro que, a veces, parece que ya nos conocemos de antes?"
Tania lo miró con sorpresa. "¡Sí! A veces siento que hemos sido amigos en alguna otra vida."
Con el tiempo, Tania y David se dieron cuenta de que aunque eran muy diferentes en muchos aspectos, tenían muchas similitudes que los unían. Ambos amaban el arte, disfrutaban de la naturaleza y soñaban con construir un hogar donde pudieran ser felices. Sin embargo, también sabían que algunos de sus sueños aún no se habían cumplido.
Una tarde decidieron crear una lista de todo lo que querían en la vida. Tania comenzó a escribir:
"Quiero un hogar lleno de risas y amor."
"Quiero viajar por el mundo y conocer diferentes culturas."
"Quiero ayudar a otras personas a ser felices."
David, con entusiasmo, añadió:
"Quiero tener un perro juguetón."
"Quiero mi propio taller para construir muebles."
"Y, por supuesto, quiero que siempre podamos hacernos reír."
Mientras compartían su lista, la conexión entre ellos se profundizaba. Sin embargo, llegó un momento en que la vida les presentó un desafío. Tania recibió una oferta de trabajo en una ciudad lejana, lo que significaba que tendrían que separarse. Se sintieron tristes, pero también sabían que era una gran oportunidad para ella.
El día de la despedida fue emotivo. David le dijo:
"No importa la distancia, siempre estaré aquí, apoyándote. Nos volveremos a encontrar, estoy seguro."
Tania lo abrazó fuertemente: "Te prometo que esto no es un adiós, sino un hasta luego."
Aunque se separaron físicamente, siguieron comunicándose por mensajes y llamadas, compartiendo sus nuevas experiencias y aventuras. A través del tiempo, ambos aprendieron que el amor verdadero no siempre está relacionado con la cercanía física, sino con el apoyo y la comprensión mutua.
Un día, años después, Tania volvió a Buenos Aires. Se sintió emocionada al volver al gimnasio, un lugar lleno de recuerdos. Cuando llegó, vio a David, que seguía levantando pesas, pero su mirada se iluminó al verla.
"¡Tania! No puedo creer que estés aquí."
"¡David! No han pasado tantas vidas, pero sí varios momentos importantes."
Ambos se abrazaron, y en ese instante, supieron que habían encontrado su camino de regreso. Juntos decidieron que era el momento de hacer realidad todos esos sueños que habían compartido, empezando por construir ese hogar lleno de amor.
Así, Tania y David se convirtieron en un ejemplo de que el amor puede superar cualquier distancia, y que, aunque diferentes, las almas gemelas pueden cumplir sus sueños juntas. Con estrellas en sus ojos, crearon un hogar donde la risa y el amor eran los protagonistas, recordando siempre que, quizás, ya se habían amado en muchas vidas anteriores.
FIN.