Ethan y el Jardín Mágico



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Arbolito, donde vivía Ethan. Como siempre, con su cabello castaño claro revuelto y sus ojos verdes brillantes, salió corriendo de casa, listo para una nueva aventura.

Ethan, un niño único y curioso, pasaba la mayor parte de sus días explorando los alrededores de su hogar. En su camino al parque, mientras corría entre las flores y árboles, vio algo inusual.

"¡Mirá eso!" - exclamó Ethan, señalando a un pequeño zorro que observaba desde detrás de un arbusto.

"Ethan, es sólo un zorro, siempre están por aquí!" - respondió su amiga Sofía, que se le había unido en su aventura.

Pero Ethan no podía dejar de mirarlo. Entonces, de repente, el zorro salió corriendo hacia el bosque.

"¡Sigámoslo!" - propuso Ethan, y Sofía lo siguió con un poco de duda.

Cuando entraron al bosque, el zorro se desvaneció entre los árboles. Pero en su lugar, descubrieron un sendero cubierto de flores brillantes y árboles que parecían bailar con el viento.

"Esto es increíble, ¿dónde estamos?" - preguntó Sofía.

"No lo sé, pero creo que debemos seguir este camino. ¡Quizás hay algo mágico!" - respondió Ethan entusiasmado.

Mientras avanzaban, llegaron a un claro donde había un hermoso jardín lleno de plantas y flores que nunca habían visto.

"¡Es un jardín mágico!" - gritó Ethan con emoción.

"Pero, ¿cómo sabemos que es seguro?" - dijo Sofía, un poco asustada.

Ethan pensó un momento.

"¡Podemos pedirle a la naturaleza! Vayamos a acercarnos a las flores, ellas siempre tienen algo que decir."

Se acercaron a la flor más grande del jardín.

"¿Puedes hablarnos?" - preguntó Ethan, y sorprendentemente, la flor comenzó a moverse lentamente.

"Hola, pequeños aventureros. Soy Ellen, la guardiana de este jardín. He estado esperando visitantes curiosos como ustedes."

"¿De verdad?" - dijo Sofía, asombrada.

"Chicos, este jardín está en peligro. Necesitamos su ayuda para preservarlo. He notado que algunos han venido y se han llevado flores. Si no hacemos algo, lo perderemos todo."

Ethan y Sofía se miraron emocionados.

"¡Queremos ayudar!" - aseguró Ethan.

"¿Qué necesitamos hacer?" - preguntó Sofía.

"Necesito que me ayuden a encontrar semillas especiales que sólo crecen más allá de la montaña. Si las traen aquí, el jardín volverá a florecer."

Sin pensarlo, Ethan afirmó con alegría:

"¡Vamos Sofía! ¡A la montaña!"

Los dos amigos emprendieron la travesía. Durante el camino, se enfrentaron a diversos obstáculos: un arroyo difícil de cruzar, un grupo de aves traviesas que les robaban la comida, y un espeso matorral que parecía intransitable. Pero con ingenio y trabajo en equipo, lograron superar cada desafío.

Finalmente, llegaron a la cima de la montaña y encontraron el campo de flores que Ellen les había descrito. Con cuidado, recolectaron las semillas.

"¡Lo logramos, Ethan!" - gritó Sofía, llena de alegría.

"Sí! Ahora volvamos al jardín!" - respondió Ethan.

Cuando regresaron, Ellen los esperó con una enorme sonrisa.

"¡Lo han hecho! Ahora, plantemos estas semillas juntos," - dijo la guardiana.

Ethan y Sofía se unieron a Ellen para plantar las semillas en el jardín. Poco a poco, las flores comenzaron a crecer y a florecer vibrantes.

"¡El jardín está vivo de nuevo!" - exclamó Ethan.

"¡Gracias a ustedes, valientes aventureros!" - sonrió Ellen.

"Siempre que necesiten un refugio, este jardín será su hogar."

Contentos y llenos de orgullo, Ethan y Sofía regresaron a su pueblo con la certeza de que la magia existe cuando se tiene valentía, curiosidad y un grupo de amigos dispuestos a ayudar.

Y así, Ethan aprendió que incluso las pequeñas acciones pueden hacer una gran diferencia. Desde aquel día, nunca dejó de explorar, pero siempre respetando la naturaleza y recordando que todo en el mundo tenía un papel importante.

FIN.

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