Eustaquio y el Misterio del Cien
Eustaquio Ramírez era un joven muy aplicado, estudiante del colegio Las Américas. Era conocido por su dedicación, pero también por su carácter un tanto tímido. Cada año, esperaba con ansias la tanda de exámenes, pues sabía que era su oportunidad de brillar. Sin embargo, este año sería diferente.
Llegó el día de los exámenes y Eustaquio se sentía un poco nervioso. Se dijo a sí mismo: "Hoy debo dar lo mejor de mí. Solo debo creer en mis capacidades". Después de levantarse temprano y repasar su material una vez más, se dirigió al colegio, donde sus compañeros lo esperaban.
Al entrar al aula, saludó a su mejor amigo, Joaquín, quien se notaba igual de nervioso.
"¿Estás listo para este maratón de exámenes?" - preguntó Joaquín, con una sonrisa nerviosa.
"Claro, solo debo concentrarme. ¡Vamos!" - respondió Eustaquio, tratando de animar a su amigo.
Los exámenes empezaron. Durante tres días, Eustaquio se dedicó a responder cada pregunta con cuidado. Estudió historia, matemáticas y ciencias, claro que hizo algunas pausas para calmarse y recordar todo lo que había aprendido. Al finalizar el último examen, salió del aula con una gran sonrisa en el rostro.
Cuando los resultados fueron publicados, los estudiantes se aglomeraron en el pasillo. Eustaquio se acercó a la pizarra con expectación. Al ver su nombre, riendo de felicidad exclamó:
"¡Un cien en todos mis exámenes! ¡Nunca lo había hecho! Estoy increíblemente feliz."
Sus compañeros lo aplaudieron y lo felicitaron, pero uno de ellos, un chico llamado Gastón, se veía confundido.
"Eso no puede ser cierto... Eustaquio, ¿cómo es que lograste un cien en todo?" - inquirió Gastón, escéptico.
"Simplemente estudié mucho y no me rendí. Todos pueden hacerlo si se lo proponen" - afirmó Eustaquio con una sonrisa.
Aunque Gastón parecía aún dudoso, la gente empezó a seguir a Eustaquio. Era un símbolo de superación y logro en el colegio. Sin embargo, al día siguiente, se desató una controversia.
Alma, la maestra de matemática, se le acercó después de clase.
"Eustaquio, ¿podrías quedarte un momento después de la clase? Hay algo que quiero discutir contigo".
"Por supuesto, maestra" - respondió Eustaquio, sintiendo un nudo en el estómago.
Cuando todos se fueron, Eustaquio se quedó junto a Alma.
"He notado que en algunas preguntas de tu examen las respuestas eran muy similares a un compañero que, lamentablemente, hizo trampa. Necesito que me expliques" - dijo la maestra con una mirada seria.
"Pero... ¡no hice trampa! Estudié para eso, de verdad" - defendió Eustaquio, sintiendo que la angustia lo invadía.
Alma lo observó de cerca, buscando una señal de sinceridad.
"Entiendo que puede ser difícil, pero necesito tu ayuda. Si demuestras que no cometiste ningún error, se realizará una revisión. ¿Aceptas?"
"¡Sí, claro!" - respondió él con determinación.
Los días pasaron y Eustaquio revisó sus exámenes con total transparencia. En una reunión final, Alma anunció los resultados de la investigación.
"Luego de revisar todos los exámenes de manera exhaustiva, he encontrado que Eustaquio, en efecto, logró todos sus cien con esfuerzo. ¡Es oficial!" - exclamó.
El aula estalló en aplausos. Eustaquio sonrió, pero también había una lección en todo esto.
"Todos podemos caer en la tentación de creer que es más fácil hacer trampa, pero estoy aquí para decirles que el esfuerzo vale la pena. No importa la presión, ¡nunca te rindas!" - agregó Eustaquio mientras sonreía.
De regreso a casa, Eustaquio reflexionó sobre todo lo que había vivido.
"Este fue un examen de vida, no solo académico. Aprendí que la confianza en uno mismo y el trabajo duro siempre traen su recompensa" - murmuró ante el espejo.
Así, Eustaquio no solo se convirtió en un estudiante ejemplar, sino también en un ejemplo de integridad y esfuerzo para todos sus compañeros. Desde ese momento, decidió ayudar a otros a estudiar, convirtiéndose en un tutor para quienes lo necesitaban en su colegio. La historia de Eustaquio se esparció por el colegio Las Américas, donde todos aprendieron que no importa cuán alto sea el objetivo, el trabajo duro y ser honestos siempre dan frutos.
FIN.