Eva y el Bosque de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y un hermoso bosque, vivía una niña llamada Eva. Eva era una niña curiosa y llena de sueños, pero a menudo se sentía triste porque pensaba que no era buena en nada. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, su abuela le dijo:

"Eva, ¿sabés que cada vez que intentás algo nuevo, estás dando un paso más hacia tus sueños?"

Eva la miró con dudas.

"Pero abuela, ¿qué pasa si fallo?"

"Eso es parte del aprendizaje, querida. La superación viene de intentarlo, y te prometo que siempre hay algo bueno en cada intento."

Inspirada por las palabras de su abuela, Eva decidió aventurarse al bosque que tanto le fascinaba. Desde pequeña, había escuchado historias sobre un lugar mágico llamado el Bosque de los Sueños, donde los árboles susurraban secretos y los animales hablaban. Con una mezcla de emoción y nervios, se adentró en el bosque.

Mientras caminaba, encontró un árbol enorme con una cara amistosa. El árbol le dijo:

"Hola, pequeña Eva. Te he estado esperando."

"¿Esperándome? Pero, ¿por qué? No soy especial."

"A veces no vemos lo especiales que somos. Aquí, cada uno tiene un don. Ven, quiero mostrarte algo."

Eva siguió al árbol mientras él la guiaba hacia un claro donde había otros niños jugando. Al llegar, notó que varios de ellos estaban intentando hacer malabares con pelotitas de colores, pero algunos habían caído al suelo.

"¿Por qué están riendo, si no lo logran?" preguntó Eva, confundida.

"Porque saben que cada caída es una oportunidad para mejorar. ¡Ven a intentarlo!" le respondió un niño llamado Tomás, con una gran sonrisa.

Eva dudó pero se decidió a probar. Al principio, la pelota se le escapó de las manos y cayó al suelo, pero en lugar de rendirse, se rió junto a los otros.

"No te preocupes, Eva. ¡A todos nos pasa! Intentá de nuevo."

Con cada intento, Eva se sentía más segura. A medida que iba mejorando, sus risas se volvían contagiosas. Pronto, todos estaban animándola.

"¡Lo lograste! Volá con la pelota, Eva!" gritó uno de los niños.

Después de muchas caídas y risas, Eva logró hacer malabares con tres pelotas al mismo tiempo. Sentía un calor especial en su pecho, algo que nunca había sentido antes.

"¡Miren, lo hice!" exclamó, con una gran sonrisa.

El árbol volvió a hablar:

"Ves, Eva. La felicidad se encuentra en el proceso, no solo en el resultado."

Eva pasó el resto del día en el bosque, aprendiendo juegos nuevos, saltando entre ramas y compartiendo risas con sus nuevos amigos. Cuando llegó la noche, el árbol le dijo:

"Es hora de volver a casa, pequeña. Pero recuerda, cada día es una nueva oportunidad. Con cada paso que des, estás más cerca de tus sueños."

Eva se despidió de sus amigos y del árbol, sintiéndose más valiente y feliz que nunca. Al regresar a casa, su abuela la esperaba en la puerta.

"¿Cómo fue tu día, Eva?"

"¡Abuela! Aprendí que no tengo que tener miedo de intentar cosas nuevas. Me divertí aprendiendo a hacer malabares y ahora sé que siempre puedo mejorar."

La abuela sonrió con orgullo.

"Es hermoso lo que has aprendido. Nunca dejes de explorar y de creer en vos misma."

Desde ese día, Eva se convirtió en una niña distinta. Empezó a probar cosas nuevas: pintar, cantar y hasta hacer deporte. Cada intento la llenaba de alegría, y cuando las cosas no salían como esperaba, seguía adelante, recordando las risas y la felicidad que había encontrado en el Bosque de los Sueños.

Así, Eva creció rodeada de amigos y sueños, siempre recordando que la verdadera felicidad está en el viaje de aprender y no solo en el destino final.

FIN.

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