Eva y la Aventura de los Colores
En una pequeña escuela rodeada de árboles altos y el bullicio alegre de los recreos, estudiaba Eva, una niña curiosa y sonriente que había nacido con una deficiencia visual. Aunque no podía ver como sus compañeros, Eva tenía un mundo lleno de sensaciones y sonidos vibrantes que la hacían sentir viva.
Un día, su maestra, la señora Fernández, decidió hacer una actividad especial para toda la clase. Les dijo que iban a aprender sobre los colores en la naturaleza.
"Hoy vamos a hacer una excursión al parque cerca de la escuela. ¡Traigan frascos y cosas para recolectar!" - exclamó la señora Fernández, emocionada.
Eva estaba entusiasmada, aunque se sentía un poco nerviosa.
"¿Podré participar bien?" - le preguntó a su mejor amiga, Sofi, mientras ataba su mochila.
"¡Claro que sí! Vos tenés tus formas de sentir el mundo. Di simplemente lo que ves a tu manera" - le respondió Sofi sonriendo.
Cuando llegaron al parque, los niños comenzaron a recolectar hojas, flores y piedras. Eva movía sus manos por el césped, tocando las hojas y sintiendo sus diferentes texturas.
"Esta hoja es rugosa y huele a tierra. Y esta otra, es suave y huele a primavera" - dijo Eva con una sonrisa, mientras los demás la escuchaban asombrados.
Al escuchar eso, Matías, un niño que siempre había sido un poco burlón con ella, dijo:
"Pero, Eva, ¡no puedes ver los colores!"
Ella se quedó pensativa. Sin embargo, decidió ignorar el comentario. Recogió una flor y la acercó a su cara:
"Quizás no pueda ver los colores, pero puedo sentir su historia" - contestó con alegría.
Entonces, la señora Fernández convocó a todos los niños para hacer una ronda y compartir lo que habían encontrado. Uno a uno, fueron mostrando sus hallazgos y describiendo los colores.
Cuando llegó el turno de Eva, todos la miraron expectantes. Con su mano, acarició la flor que había recogido y describió su fragancia y textura:
"Esta flor es suave y tiene un olor dulce, como una galletita recién hecha. Tal vez sea... ¿una rosa?"
Los chicos comenzaron a murmurar, algunos intrigados y otros escépticos. Matías se animó y dijo, desafiante:
"¿Cómo sabés que es rosa si no podés ver?"
Eva tomó aire, sintiendo el perfume de la flor. En ese momento se le ocurrió una idea:
"Podemos hacer un juego. Cada uno describe lo que siente y yo les diré qué color siento que tiene ese objeto" - sugirió.
Sus compañeros se miraron unos a otros, intrigados por la propuesta. La señora Fernández asintió con la cabeza, aprobando la idea.
Después de que cada niño describiera su objeto, Eva cerró los ojos y empezó a hablar:
"Siento que esta flor es de un color calmado, como el azul del cielo de verano. Y esta hoja... su textura me dice que es verde, como el pasto fresco".
Los compañeros estaban impresionados. Un grupo de los niños decidió unirse a ella y comenzaron a jugar, y Eva se convirtió en la líder del juego. Les enseñó a describir lo que tocaban y a traducir esas sensaciones en colores.
Al final del día, los niños estaban felices y sorprendidos por el nuevo enfoque de Eva. Por primera vez, Matías se acercó a ella y dijo:
"Sabes, Eva, me hiciste ver las cosas de otra forma. ¡Sos muy buena en esto!"
Eva sonrió, sintiendo que había logrado algo especial.
"Gracias, Matías. ¡Todos podemos ver el mundo de maneras diferentes!"
El día terminó y todos regresaron a la escuela con frascos llenos de tesoros naturales y un nuevo entendimiento: los colores no solo se ven, a veces se pueden sentir y experimentar de maneras únicas.
Desde ese día, Eva se convirtió en la heroína de su clase, y sus amigos aprendieron a apreciar la belleza de las pequeñas cosas y a respetar la diversidad de cada uno. Eva no solo enseñó sobre colores, sino también sobre la amistad y la empatía.
Con el tiempo, la pequeña escuela se volvió aún más acogedora, y Eva aprendió que, a pesar de sus limitaciones, tenía un mundo de colores vibrantes que compartir, llenando los corazones de quienes la rodeaban.
«Incluso los que no pueden ver pueden tener una visión hermosa del mundo, si aprenden a sentir» - pensaron sus compañeros al escucharla.
Y así, Eva siguió explorando y descubriendo la magia de la vida, su sonrisa brillando con más fuerza que nunca.
FIN.