Evangelie y la Magia de la Paciencia



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Evangelie. Era una niña de 3 años con una personalidad muy especial y una gran energía. Evangelie era conocida por su sonrisa brillante, pero también tenía su lado irritable, especialmente cuando las cosas no salían como ella quería. A veces, sus palabras eran como pequeñas burbujitas que explotaban en el aire, rítmicas y encantadoras, pero otras veces, podía ser un verdadero torbellino.

Sus padres, Willy y Magaly, intentaban siempre entenderla.

"¿Por qué llora si solo le cambié el color de su vaso?" - se preguntaba Magaly una tarde.

"Es su forma de expresar lo que siente, amor" - respondió Willy con paciencia.

Además de sus papás, Evangelie tenía una hermana mayor, Yey, que tenía 19 años. A menudo, Yey se bañaba en la dulzura de la inocencia de Evangelie, siendo su aliada en la aventura.

"¿Querés jugar a ser hadas, Evangelie?" - le preguntó Yey un sábado soleado.

"¡Sí!" - respondió Evangelie con entusiasmo.

Los días pasaban y, a veces, Evangelie se ponía tan frustrada que su madre temía que el pueblo entero escuchara sus gritos. Pero un día, todo cambió. Estaban en el parque, y en ese lugar mágico, Evangelie vio un hermoso globo rojo. Deseó con todas sus fuerzas tenerlo.

"¡Globo!" - exclamó Evangelie, señalando con sus manitas.

"Vamos a pedirle al señor que lo venda, ¿te parece?" - sugirió Yey.

Cuando se acercaron al vendedor de globos, el hombre les sonrió.

"¿Cómo se llama tu hija?" - preguntó el hombre.

"Evangelie, tiene 3 años y le encantan los globos" - contestó Magaly.

"¿Y qué le gustaría hacer para conseguirlo?" - indagó el vendedor.

Evangelie se quedó en silencio, frunciendo el ceño. No sabía cómo responder. Pero Willy, que estaba observando, tuvo una idea.

"¿Qué te parece si hacemos una pequeña tarea para conseguir el globo? ¿Podrías ayudar a Yey a recoger algunas hojas en el parque?" - le propuso.

"¡Sí!" - gritó Evangelie cuando comprendió que podría jugar.

Las tres comenzaron a recoger hojas, mientras Willy y Magaly las observaban sonriendo. Evangelie estaba tan concentrada en la tarea que olvidó lo que en un principio deseaba.

"Mira cuántas cosas hermosas encontramos" - dijo Yey mostrando las hojas de diferentes colores.

Al terminar, el vendedor se acercó y dijo:

"Han hecho un gran trabajo. Aquí está tu globo, pequeña" - le entregó el globo rojo a Evangelie, que brillaba como un corazón alegre.

"Gracias..." - susurró Evangelie, un poco tímida, mirando el globo y luego al vendedor. Era un nuevo sentimiento para ella.

En ese momento, comprendió que a veces las cosas requieren un poco de esfuerzo y paciencia. Desde entonces, Evangelie empezó a usar palabras nuevas, y a expresar sus frustraciones con un simple

"Ayudame, por favor". Sus papás y Yey, con amor y dedicación, la acompañaron en su proceso.

Cada día, Evangelie se volvió más capaz, y su irritabilidad comenzó a transformarse en curiosidad y alegría. Aprendió a compartir su espacio, sus sueños, y sobre todo, comprendió que los pequeños retos pueden convertirse en grandes logros.

La historia de Evangelie nos recuerda que la paciencia es una magia invaluable, que mientras más se comparte, más crece. Y así, en su hogar, la paciencia brilló como el globo rojo, llenando de colores los días de Evangelie y su familia.

FIN.

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