Ewa y las Calles de Cartón
Érase una vez, en un pequeño y mágico pueblo, una niña zorro llamada Ewa. Con su pelaje naranja y orejas puntiagudas, siempre estaba llena de energía y curiosidad. Un día, mientras exploraba un bosque cercano, se adentró más de lo habitual y de repente, se encontró en un lugar extraño: unas calles hechas completamente de cartón.
Las calles eran angostas y estaban decoradas con dibujos coloridos, pero, a medida que avanzaban los minutos, Ewa se dio cuenta de que estaba atrapada. Las casas de cartón eran muy altas y, a pesar de su astucia, no podía encontrar la salida.
"¡Hola! ¿Hay alguien aquí?" - gritó Ewa con esperanza.
De entre las sombras apareció un pequeño gato de papel llamado Pipo, que estaba jugando en un rincón.
"¡Hola, Ewa!" - respondió Pipo con una voz suave. "Bienvenida a la ciudad de Cartón. Aquí todos somos un poquito diferentes, pero estamos felices con lo que somos. ¿Te perdiste?"
Ewa asintió, un poco avergonzada.
"Sí, me adentré demasiado en el bosque y terminé aquí. No sé cómo volver a casa."
Pipo miró a su alrededor y luego sonrió, mostrando una chispa de alegría en sus ojos."No te preocupes, tengo una idea. Pero primero, necesitamos conseguir unos materiales. Las calles de cartón tienen secretos, y hay un camino que debemos construir juntos."
Curiosa, Ewa siguió a Pipo, quien la llevó a explorar papeles, cajas vacías y rollos de cartón. Allí, encontraron otros habitantes: un pájaro de origami llamado Lía que les ayudó a planear la estructura del puente que necesitaban, y un perro de cartón llamado Bruno que se unió a ellos para buscar los mejores materiales.
Todos trabajaron juntos, poniéndose a prueba y aprendiendo de las habilidades de los demás.
"¡Mirá cómo vuelan las alas de Lía!" - exclamó Ewa. "Podríamos usar ese papel para hacer nuestra casa un poco más liviana."
Con cada paso que daban, Ewa iba ganando más confianza en sí misma y en el trabajo en equipo.
Finalmente, después de muchas risas y esfuerzo, lograron construir un pequeño puente de cartón resistente.
"¡Bien hecho, equipo!" - celebró Lía, emocionada. "Ahora, Ewa, basta con que lo cruces para que lleguemos al otro lado."
Ewa miró el puente y sintió un ligero temor, pero también una chispa de valentía. Se acordó de cómo sus amigos habían creído en ella y decidió dar un paso adelante.
"¡Voy a intentarlo!" - dijo. Y, con un salto, cruzó el puente.
Al llegar al otro lado, se encontró en un sendero que la llevó de regreso al bosque. Ewa giró y vio a sus nuevos amigos sonriéndole desde el otro lado.
"¡Gracias, amigos! No lo habría conseguido sin ustedes. ¡Los llevaré conmigo en mi corazón!" - gritó mientras corría hacia la salida.
De regreso en su hogar, Ewa se dio cuenta de la importante lección que había aprendido: sólo juntos pueden enfrentar los retos y salir adelante, haciendo del mundo un lugar feliz y lleno de colores, como las calles de cartón.
Desde entonces, Ewa nunca dejó de explorar ni de hacer nuevas amistades. Siempre recordaba que, aunque podían haber calles de cartón en su camino, juntos podían construir puentes.
Y así, cada vez que miraba hacia el bosque, sonreía, sabiendo que sus amigos siempre estarían a un llamado de distancia.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.