Explorando el Bosque Encantado



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Caperucita. Era muy curiosa y siempre se aventuraba por el bosque a reagarrar flores para su abuela.

Un día, mientras caminaba por el sendero del bosque, Caperucita notó algo extraño. Los árboles parecían moverse y sus ramas se estiraban como si quisieran jugar con ella. Caperucita se detuvo sorprendida y miró a su alrededor.

"¡Qué extraño! ¿Por qué los árboles están tan inquietos hoy?"- se preguntó. Pero la curiosidad de Caperucita era más fuerte que su temor, así que decidió seguir adelante. Mientras avanzaba, escuchó risas provenientes de detrás de los árboles. "¡Hola! ¿Quién está ahí?"-, preguntó Caperucita con entusiasmo.

De repente, apareció un lobo travieso entre los arbustos. Tenía una sonrisa burlona en su rostro y dijo: "¡Hola, Caperucita! Veo que te has encontrado con mis amigos traviesos". Caperucita estaba asombrada pero no tenía miedo.

Ella sabía que debía ser valiente y enfrentar cualquier situación difícil. "¿Amigos traviesos? ¡Me encantaría conocerlos!"-, respondió emocionada. El lobo señaló hacia el bosque y allí estaban los árboles moviéndose graciosamente.

Al acercarse, Caperucita notó que cada uno tenía una personalidad diferente: uno bailaba al ritmo del viento, otro hacía cosquillas con sus ramas y otro jugaba a esconderse. Caperucita rió y se divirtió mucho con los árboles traviesos.

Juntos jugaron al escondite, bailaron y disfrutaron de la compañía unos de otros. La niña aprendió que no todo lo desconocido era peligroso, sino que también podía ser divertido y emocionante. Después de un rato, Caperucita recordó que tenía una misión importante: llevarle flores a su abuela.

"¡Oh no! ¡Me olvidé por completo de mi abuela!"-, exclamó preocupada. El lobo travieso sonrió comprensivamente y dijo: "No te preocupes, Caperucita. Te ayudaré a llegar rápidamente a casa de tu abuela".

Juntos corrieron por el bosque hasta llegar a la pequeña cabaña donde vivía la abuela de Caperucita. Al entrar, encontraron a la abuela muy sorprendida pero feliz de verlos.

La abuela le dio las gracias al lobo travieso por cuidar de su nieta y compartir tanta diversión en el bosque. A partir de ese día, todos se hicieron amigos inseparables. Desde entonces, cada vez que Caperucita visitaba a su abuela llevándole flores frescas del bosque, los árboles traviesos se reunían para saludarla con sus graciosos movimientos.

Y así fue como Caperucita aprendió que aunque algunas cosas pueden parecer extrañas o asustadoras al principio, siempre hay espacio para la amistad inesperada y para descubrir la magia de la naturaleza.

FIN.

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