Exquisito y la Aventura de los Sabores
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Saboresville, un niño llamado Exquisito. Su nombre no era solo un apodo, sino una verdadera declaración de amor por la comida. Desde muy pequeño, cada vez que Exquisito comía algo delicioso, se sentía tan feliz que saltaba y abría los brazos y piernas formando una gran 'X', maravillando a todos los que estaban a su alrededor.
Un día, mientras paseaba por el mercado, Exquisito escuchó un rumor sobre un banquete que se celebraría en el castillo del Rey Sazón, donde solo los más sabrosos manjares serían servidos. Atrapado por la emoción y el deseo de probar toda esa comida deliciosa, se puso en marcha rumbo al castillo.
"¡Exquisito! ¡No te olvides de venir a jugar después de la escuela!" - le gritó su amiga Lila, mientras él se alejaba.
"¡No puedo, Lila! Tengo que ir al banquete!" - respondió Exquisito, sin mirar atrás.
Cuando llegó al castillo, lo recibió un guardia gigante que decía tener un hambre feroz.
"Para entrar al banquete, debes resolver un acertijo", dijo el guardia, poniendo una mano en su estómago.
Exquisito frunció el ceño y preguntó: "¿Cuál es el acertijo?"
"¿Qué se sirve en la mesa, pero sabe mucho mejor en el campo?" - dijo el guardia con una sonrisa.
Exquisito pensó y pensó. Miró a su alrededor y se imaginó todos los deliciosos platos que había probado en su vida: pastas, frutas, tacos...
"¡Ya sé! ¡Es la comida!" - exclamó, abriendo los brazos y saltando como una 'X'. El guardia, sorprendido, lo dejó pasar.
Dentro del castillo, un aroma maravilloso llenaba el aire. Había platos de todas partes del mundo: sushi, empanadas, pizza y helados. La emoción de Exquisito era tan grande que se sentía como si volara. Cuando probaba cada bocado, su felicidad se desbordaba.
Pero a medida que degustaba más y más comida, notó que otros niños en el banquete no parecían tan felices. Algunos estaban distraídos, otros miraban con envidia los platos de los demás.
"¿Por qué no están saltando como yo?" - se preguntó, un poco confundido.
Decidido a ayudar, Exquisito levantó la voz: "¡Chicos! ¡La comida es deliciosa! ¡Vengan a probarla!"
Las miradas de los niños se iluminaron y algunos comenzaron a acercarse. Exquisito les mostró lo que había descubierto: la felicidad que se encuentra al compartir.
"Cuando comemos juntos y disfrutamos de la comida, ¡es mucho más divertido!" - dijo.EXQUISITO, mientras ofrecía una porción de su pizza favorita a un niño que no parecía muy alegre.
Pronto, el banquete se transformó en una fiesta. Los niños comenzaron a disfrutar de la comida, reírse y compartir. Cada vez que alguien probaba un platillo delicioso, Exquisito no podía evitarlo: saltaba y formaba su 'X' de felicidad, contagiando a todos con su alegría.
Al final de la fiesta, el Rey Sazón se acercó a Exquisito y lo felicitó:
"¡Eres un niño especial! Has mostrado que la mejor comida es aquella que se comparte con amigos."
Exquisito sonrió, sintiéndose más feliz que nunca. Desde ese día, el niño siguió saltando en cada comida y enseñando a los demás la importancia de disfrutar la comida, pero sobre todo, de compartirla.El espíritu de la alegría se había instalado en Saboresville, y Exquisito se convirtió en un héroe de la cocina.
"¡Chicos, ven a comer conmigo! ¡Hagamos una gran mesa juntos!" - les dijo un día Lila cuando vio que Exquisito saltaba de felicidad.
Y así, en cada encuentro y celebración, Exquisito, Lila y sus amigos aprendieron que la comida era rica, pero compartirla era el verdadero sabor de la felicidad.
FIN.