Ezequiel, el cóndor audaz


En las altas montañas de los Andes vivía un joven cóndor llamado Ezequiel. Ezequiel era diferente a los demás cóndores, ya que le encantaba observar a las águilas y halcones volar con gracia por el cielo.

A pesar de que todos le decían que los cóndores no podían volar tan alto ni tan elegante como las águilas, Ezequiel soñaba con surcar los cielos con la misma destreza.

Un día, mientras jugaba en lo alto de una montaña, vio a una águila luchar contra una fuerte corriente de viento. Sin dudarlo, Ezequiel se acercó y le ofreció su ayuda.

La águila, sorprendida por la valentía del joven cóndor, aceptó gustosa y juntos lograron vencer al viento y llegar a salvo a su nido. La noticia sobre la hazaña de Ezequiel se esparció rápidamente por todo el reino de los pájaros.

Muchos lo felicitaban por su valentía, pero otros se burlaban diciendo que solo las águilas podían realizar esos vuelos tan arriesgados. Ezequiel, decidido a demostrarles a todos que un cóndor también podía ser grande en el cielo, buscó al anciano cóndor Sabino.

Sabino era conocido por ser sabio y haber vivido muchas aventuras en sus años mozos. "Sabino, ¿cómo puedo aprender a volar como las águilas?" preguntó Ezequiel con determinación.

El anciano Sabino sonrió y le dijo: "Hijo mío, para volar como las águilas debes creer en ti mismo y tener fe en tus alas. El poder está dentro tuyo". Con estas palabras resonando en su corazón, Ezequiel se dispuso a entrenar duro cada día.

Volaba más alto que nunca antes lo había hecho e intentaba imitar los movimientos gráciles de las águilas. A pesar de caerse varias veces y lastimarse un ala o dos, nunca perdió la esperanza ni la determinación.

Un día, durante uno de sus vuelos de entrenamiento cerca del abismo más profundo del valle, una corriente descendente amenazaba con llevarlo hacia abajo sin piedad. En ese momento crítico recordó las palabras del anciano Sabino y decidió confiar en sí mismo.

Con todas sus fuerzas batió sus alas con decisión y logró remontar el vuelo justo a tiempo evitando caer al abismo. Al hacerlo sintió una fuerza interior increíble que lo elevaba aún más alto hacia el cielo azul. Desde ese día en adelante, Ezequiel se convirtió en el mejor volador entre los cóndores.

Realizaba acrobacias increíbles y ayudaba siempre que podía a quienes lo necesitaban en el aire. La moraleja de esta historia es clara: nunca subestimes tu propio potencial ni permitas que otros te limiten con sus creencias limitantes.

Con esfuerzo, dedicación y confianza en uno mismo ¡todo es posible! Y así fue como el vuelo del cóndor ecuatoriano inspiró a muchos otros pájaros a alcanzar sus propios sueños más altos en busca del cielo infinito.

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