Fabiana y el Viaje de los Sentimientos



Había una vez, en un hermoso barrio de Buenos Aires, una niña llamada Fabiana. Ella era la luz del día para su papá, Martín, quien siempre decía que Fabiana era un pedacito de su corazón. Cada mañana, al despertar, Fabiana iba a la cocina, donde su papá le preparaba el desayuno.

"Buenos días, mi pedacito de corazón", le decía Martín mientras le servía un vaso de jugo de naranja.

"¡Buenos días, papá!", respondía Fabiana con una gran sonrisa.

Un día, al volver de la escuela, Fabiana se encontró con un papelito en el suelo. Era un mapa misterioso que conducía a un lugar desconocido. Entusiasmada, corrió hacia su papá:

"¡Papá! Encontré un mapa. ¿Vamos a buscar el tesoro?"

Martín, con una sonrisa juguetona, asintió.

"¡Claro! Pero primero necesitamos prepararnos. ¡Aventura a la vista!"

Revisaron una mochila, metieron bocadillos, agua y una linterna. FABIANITA comenzó a saltar de emoción. Al salir, decidieron seguir el mapa que los guiaba hacia un pequeño bosque cerca de su casa.

Mientras caminaban, Fabiana le preguntó a su papá:

"¿Qué significa para vos un tesoro, papá?"

Martín pensó un momento y dijo:

"Un tesoro es todo lo que valoramos. Puede ser una aventura, un momento compartido o algo que nos hace sentir felices."

Siguieron el camino, descubriendo nuevas flores, insectos y escuchando el canto de los pájaros. Cada paso les traía un nuevo descubrimiento y se sentían cada vez más emocionados.

De repente, el mapa los llevó a un claro donde había un gran árbol con un tronco inmenso y hojas brillantes. Fabiana miró hacia arriba y dijo:

"¡Mirá! ¡Ese árbol parece mágico!"

"Sí, parece que guarda secretos", respondió Martín, observando atentamente.

Fabiana se acercó al tronco y, al tocarlo, escuchó un susurro:

"Sólo quien tiene un corazón abierto puede descubrir lo que hay adentro."

"Papá, ¿escuchaste eso? Dijo algo sobre el corazón", dijo Fabiana, con asombro.

Martín, intrigado, le pidió que intentara tocarlo de nuevo. Esta vez, el árbol se iluminó y añadió:

"Para encontrar el verdadero tesoro, deben hacerlo juntos. Solo un pedacito de cada uno puede abrirlo."

"¿Qué significa eso?", preguntó Fabiana.

"Quizás necesitamos colaborar y compartir un pedacito de nuestros sentimientos", sugirió Martín.

Así que comenzaron a pensar en cosas que valoraban uno del otro. Martín dijo:

"Valoro tu risa y cómo me haces sentir feliz cada día."

"Y yo valoro tu amor y las historias que me cuentas", respondió Fabiana, sonrojándose.

En ese momento, el árbol comenzó a temblar y una luz brillante salió de su tronco. Una pequeña caja apareció en el suelo, cubierta de brillantes colores. Fabiana y Martín la abrieron juntos para encontrar dentro un brillante cristal en forma de corazón.

"¡Es hermoso!", exclamó Fabiana.

"Es nuestro tesoro", dijo Martín, sonriendo orgulloso. "Es un recordatorio de lo que compartimos y lo que nos hace sentir felices juntos".

Al regresar a casa, Fabiana les contó a todos sus amigos sobre su aventura y su descubrimiento. Juntos, aprendieron que el verdadero tesoro está en los momentos compartidos y en la conexión con los seres queridos.

Así, Fabiana y su papá guardaron el cristal en un lugar especial y cada vez que lo miraban, recordaban aquella mágica aventura y la importancia de abrir su corazón a los demás.

Desde ese día, no solo encontraron un tesoro físico, sino también un tesoro lleno de amor y momentos inolvidables. Y así, en el barrio de Buenos Aires, Fabiana y su papá continuaron viviendo más aventuras, recibiendo y compartiendo pedacitos de sus corazones.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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