Fabrizzio, el Bebé Maravilloso de Juliaca



En la hermosa ciudad de Juliaca, famosa por sus fuertes vientos y sus coloridos mercados, vivía un bebé llamado Fabrizzio. Desde el momento en que nació, todos lo consideraban el bebé más hermoso del lugar. Tenía mejillas sonrosadas, ojos brillantes como estrellas y una sonrisa que iluminaba cada rincón de la ciudad.

Un día, mientras Fabrizzio jugaba en el parque con su madre, se encontró con un grupo de niños. Ellos jugaban a las escondidas y parecían tener mucha diversión. Fabrizzio, intrigado, se acercó y les dijo:

- “¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes? ”

Los niños lo miraron. Aunque su belleza era innegable, algunos se sintieron incómodos porque pensaban que estaba muy lejos de ellos. Uno de los niños, llamado Mateo, comentó:

- “Pero, ¿qué vas a hacer? Eres solo un bebé, no puedes correr como nosotros.”

Fabrizzio, sin desanimarse, sonrió y respondió:

- “Puedo ser creativo. ¡Tengo muchas ideas! ”

Intrigados, los niños decidieron darle una oportunidad y jugaron a Grillo y Cazador. Cuando llegó su turno de ser el cazador, Fabrizzio usó su imaginación y comenzó a contar hasta diez:

- “Uno, dos, tres… ¡Aquí voy! ”

Los otros niños todavía estaban escondidos cuando Fabrizzio, con su velocidad de pensamiento, empezó a buscar de una manera diferente. Atrapó a cada uno en poco tiempo, pero no de la manera que esperaban. Se subió al columpio y hechos un par de giros, utilizaba sus brazos para 'atraparlos' desde las alturas con risa. Todos los niños comenzaron a reír y aplaudir.

- “¡Eres increíble! ”, exclamó una niña llamada Luz. “¡Nunca pensé que un bebé podría jugar así! ”

Esa tarde, Fabrizzio no solo ganó el respeto de los niños, sino también su amistad. Empezaron a jugar juntos cada día y aprendieron que la belleza no se trata solo del físico, sino de la creatividad y la forma en que cada uno aporta algo especial al grupo.

Sin embargo, un giro inesperado llegó cuando llegó una competencia de talentos a la ciudad. Los niños decidieron que Fabrizzio debía ser parte del equipo, ya que su imaginación había hecho que todos se divirtieran tanto. Pero había una desafiante inquietud entre ellos:

- “¿Cómo podemos presentarlo si es solo un bebé? ¡No puede hacer trucos ni bailar! ” dijo Mateo, preocupado.

Fabrizzio, escuchando la conversación de los niños, tuvo una idea brillante:

- “¿Y si en lugar de un truco, hacemos una obra de teatro donde todos compartamos nuestras talentos? ”

Los niños se miraron entre ellos y finalmente sonrieron. Poco a poco, empezaron a desarrollar historias divertidas y a preparar disfraces con lo que encontraban en el parque. Todos se involucraron, y hasta los padres regresaron a ayudar. Crecieron como equipo, no como un grupo de niños que solo querían impresionar.

El día del espectáculo llegó y la plaza de Juliaca se llenó de familias y amigos. A Fabrizzio le asignaron un papel central: era el rey de la risa, que hacía reír a todos con sus palabras y canciones inventadas. Los niños aprendieron a ver a la ciudad como un lugar lleno de oportunidades y la obra fue un éxito rotundo.

- “¡Fabrizzio es el mejor! ”, gritó Luz tras el final. “Su belleza es su corazón y su alegría.”

Todos aplaudieron y celebraron su triunfo, pero lo más importante lo habían aprendido:

La verdadera belleza viene de adentro.

Desde entonces, Fabrizzio no solo fue conocido como el bebé más hermoso de Juliaca, sino también como el amigo que les enseñó a ser creativos y a trabajar juntos. La ciudad de los vientos tenía un nuevo héroe, y no solo era hermoso; era además un faro de amistad y alegría.

Cada día, los niños seguían jugando y creando nuevas historias juntos. Y así nació un nuevo vínculo en la ciudad, uno que nunca se rompería.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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