Facundo y la Ardilla Sabia



Era un día soleado en la casa de Facundo. Con los rayos del sol entrando por la ventana y cantando los pájaros afuera, nuestro pequeño amigo había decidido que iba a construir la torre más alta del mundo con sus bloques magnéticos. Con gran entusiasmo, Facundo comenzó a colocar los bloques uno sobre otro, concentrado y lleno de alegría.

— ¡Mirá, mamá! ¡Voy a hacer una torre gigante! —gritó, sonriendo mientras añadía un bloque azul en la cima de su obra maestra.

Sin embargo, en el momento más emocionante, cuando casi llegaba a la cima, un pequeño movimiento hizo que la torre temblara y, de repente, ¡plop! La torre se desarmó y se cayó al suelo.

Facundo se quedó mirando el desastre, su sonrisa se desvaneció rápidamente.

— ¡Nooooo! —gritó con frustración, dando patadas al suelo. Sin pensarlo dos veces, se tiró al piso, haciendo una gran pataleta.

— ¿Por qué siempre pasa esto? ¡Es tan injusto! —rugía, mientras sus lágrimas empezaban a caer.

En ese momento, una ardilla que estaba asomada por la ventana se dio cuenta de lo que sucedía. Era una ardilla muy curiosa y sabia, con un pelaje suave y una cola esponjosa. Ella decidió que era hora de intervenir.

— ¡Hola, pequeño! —dijo la ardilla acercándose. —¿Por qué estás tan enojado?

Facundo la miró con asombro.

— ¡Mi torre! ¡Se cayó! —lloró, apuntando a los bloques desparramados por el suelo.

— Ah, entiendo. Pero sabes, a veces las cosas no salen como uno quiere. —La ardilla le sonrió, moviendo su cola de lado a lado. —No te debe frustrar eso, hay que aprender a ser paciente y a levantarse cuando algo no sale bien.

Facundo la escuchaba con atención, aunque aún quería seguir enojado.

— Pero… ¡no es justo! —protestó.

— Claro que sí, es frustrante, pero quedarte enojado no va a arreglarlo. ¿Quieres que te cuente un secreto? —dijo la ardilla, bajando un poco su voz, como si estuvieran compartiendo algo especial.

Facundo asintió, intrigado.

— El secreto es que todos, hasta las ardillas, hemos hecho torres que se caen. ¡Pero eso no nos detiene! Cada vez que algo se desarma, es una oportunidad para intentar nuevamente y hacerlo mejor. —dijo la ardilla mientras daba saltitos alrededor de los bloques.

Facundo la miró, pensando en sus palabras. Era verdad que a veces había cosas que no le salían bien.

— ¿De verdad a las ardillas también se les caen las torres? —preguntó, su curiosidad despertándose.

— ¡Oh sí! Mira, yo intento construir mi nido en los árboles y a veces se cae entre las ramas. ¿Y sabes qué hago? —la ardilla se detuvo, mirando a Facundo con ojos chispeantes.

— ¿Qué haces? —preguntó Facundo, sintiéndose un poco mejor.

— Me levanto, hago un poco de ejercicio y vuelvo a intentarlo. Cada intento me hace más fuerte y más lista. Todos los errores son pasos para aprender. —dijo la ardilla, brincando alegremente.

Facundo sonrió por primera vez. La idea de aprender de sus errores le parecía mágica. —¿Entonces, puedo volver a intentar construir mi torre? ¿Y si se cae otra vez?

— ¡Por supuesto! Siempre puedes volver a intentar. Recuerda que la felicidad está en el intento, no solo en el resultado. —dijo la ardilla mientras se acomodaba sobre uno de los bloques como si fuese una pequeña reina en su trono.

Facundo se levantó del piso, secándose las lágrimas con la manga de su camiseta. Miró a la ardilla y luego a sus bloques. Estaba decidido.

— ¡Voy a hacer mi torre otra vez! —anunció con entusiasmo.

La ardilla lo animó con un aplauso pequeño y comenzó a saltar alrededor de los bloques.

Facundo, inspirado y lleno de energía, comenzó a trabajar en su nueva torre. Al principio fue un poco torpe, pero por primera vez. se concentró en disfrutar el proceso.

De vez en cuando, volvía a mirar a la ardilla que lo alentaba desde un costado.

— ¡Eso es, Facundo! ¡Lo estás haciendo genial! —gritó.

Finalmente, después de unos minutos de trabajo, ¡su torre estaba lista! Era más baja que la anterior, pero estaba perfecta y no se caía.

— ¡Lo logré! —gritó Facundo, saltando de alegría.

La ardilla bailó de felicidad junto a él.

— ¡Ves! Has aprendido algo valioso. Cada nuevo intento es una nueva oportunidad. —dijo la ardilla, con satisfacción.

Facundo sentía su corazón ligero y lleno de felicidad. Había comprendido que a veces las cosas no salen como uno espera, pero siempre habrá otra oportunidad para levantarse y volver a intentar.

Y desde ese día, siempre que algo no salía como él quería, Facundo recordaba a su amiga la ardilla y su consejo, y así lograba mantener la calma y ser feliz.

FIN.

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