Familia Feliz
Había una vez en un pequeño barrio, una familia muy especial que siempre estaba unida. Se llamaban los Gómez, y estaban compuestos por papá Juan, mamá Laura, y sus dos hijos, Sofía y Matías. Los Gómez eran conocidos por su alegría y su amor por las aventuras. Cada fin de semana, planeaban algo divertido para hacer juntos.
Un día, Sofía llegó emocionada con una propuesta.
"¡Mamá, papá! ¿Qué les parece si hacemos un juego de búsqueda del tesoro en el parque?" dijo Sofía.
"¡Qué idea tan divertida!", respondió papá Juan, mientras sonreía.
"Sí, y podemos esconder pequeñas sorpresas en diferentes lugares!" agregó Matías, saltando de emoción.
Laura, la mamá, pensó en ello y dijo:
"Me gusta, pero hay que hacerlo un poco más interesante. ¿Qué tal si para encontrar el tesoro tenemos que cumplir algunos desafíos?"
Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a preparar la búsqueda del tesoro. Esa noche, la familia se reunió para crear los desafíos. Sofía escribió adivinanzas, Matías dibujó mapas, y Juan y Laura hicieron una lista de sorpresas para esconder.
El día siguiente, el sol brillaba y la familia llegó al parque. Comenzaron la búsqueda con mucha alegría. Por cada desafío que completaban, encontraban pistas y pequeñas sorpresas: una gomita, un lápiz de colores, y muchas otras cosas más.
"¡Miren, aquí hay una pista!" exclamó Matías, mientras leía la adivinanza en voz alta.
"¿Qué es lo que nunca se detiene y siempre avanza?"," – leyó Sofía sonriendo.
Después de varios intentos, finalmente Sofía gritó:
"¡Es el tiempo!"
Y con eso, encontraron otra pista que los llevó a un hermoso árbol. Allí había una caja escondida. Todos miraron con curiosidad.
"¡Es el tesoro!" gritaron al unísono.
Cuando abrieron la caja, no encontraron oro ni joyas, sino algo aún mejor: un álbum lleno de fotos de ellos en diferentes momentos divertidos juntos, junto a una carta de papá.
"La verdadera riqueza es nuestra familia y los momentos que vivimos juntos", leyó Juan, su voz llenándose de emoción.
Sofía y Matías se miraron entre sí y sonrieron.
"¡Esto es lo mejor!", exclamó Matías.
"Sí, cada momento cuenta, y tenemos que disfrutarlo al máximo", agregó Sofía.
Pero la diversión no terminó allí. Sorprendentemente, una pequeña niña del barrio se acercó. Era Valentina, quien había visto lo que los Gómez estaban haciendo.
"¿Puedo jugar con ustedes?" preguntó tímidamente.
Laura se agachó y le respondió:
"Por supuesto, Valentina. Aquí todos son bienvenidos a ser parte de nuestra familia de aventuras."
Entonces, todos juntos continuaron la búsqueda, y crearon nuevos desafíos para incluir a Valentina. Hicieron carreras, cantaron canciones, y hasta dirigieron una pequeña obra de teatro improvisada bajo el árbol.
Al final del día, Valentina se despidió con una gran sonrisa.
"¡Gracias! Este fue el mejor día de todos!" dijo mientras se alejaba.
Los Gómez se quedaron felices, sabiendo que habían compartido su alegría y creado espacios para otros.
"Esto me dio una idea", dijo Juan.
"¿Qué te parece si hacemos esto una vez al mes y traemos a más amigos?"
"¡Sí! Haremos una gran fiesta en el parque para que todos puedan disfrutar juntos!", agregó Sofía.
Y así fue como los Gómez transformaron un simple juego de búsqueda del tesoro en una hermosa tradición, donde siempre había espacio para un amigo más. Aprendieron que lo más importante no era tener mucho, sino compartir lo que tenían y crear momentos memorables juntos. Y de esa familia feliz, todos los que los rodeaban también se sintieron parte de ella.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.